Hoy se recibe un nuevo libro con páginas listas para escribir la nueva vida democrática y política de El Salvador. Atrás quedaron los tiempos difíciles y oscuros, plagados de incapacidad, egoísmo, dejadez y sesgo contra el pueblo, que el pasado 28 de febrero no solo dio un amplio respaldo a sus nuevos representantes en la Asamblea Legislativa, sino que también consolidó un proyecto de interés nacional bajo el estandarte del presidente Nayib Bukele.
Aunque hay muchas razones para celebrar con pompa y algarabía, la nueva Asamblea 2021-2024 no inicia con gallardetes y cohetes, pese a que se cierra un ciclo histórico que comenzó cuando el gobernante salvadoreño logró romper el bipartidismo el 1.º de junio de 2019 y que se fortaleció con algo que en la historia reciente de El Salvador no se había dado: una alianza real donde el pueblo devolvió el capital político del proyecto de Nuevas Ideas y del jefe de Estado a favor de una nueva gobernabilidad.
Es así como el camino que desde hoy se recorre implica dejar atrás el andamiaje perverso que dejó ARENA, el FMLN y el exdiputado Rodolfo Párker: son las secuelas de un tridente que casi minó las bases de la democracia del país, en un intento desesperado por la supervivencia de estas fuerzas que traicionaron los principios que decían defender y que terminaron aliados pese a su antagonismo, a tal punto que en el momento donde la patria los necesitó para derrotar la pandemia de la COVID-19 le dieron la espalda a la vida y le apostaron a que el país se salpicara de muerte, luto y dolor, algo que no les funcionó y que a ellos los terminó sepultando.
Por ello, hoy el color cian asume con compromiso y responsabilidad el rol que le corresponde jugar. Es el fin de la gobernabilidad comprada y el inicio del pacto con el pueblo salvadoreño, sus necesidades, anhelos y esperanzas, que implica responder a una oportunidad única que la historia le está dando a un grupo de salvadoreños para que la política tenga dignidad y que se convierta en verdadero espíritu de servicio y de transformación.
Esto solo se logra sosteniendo una conexión real y continua con los problemas de los ciudadanos, una coordinación continua con el Gobierno del presidente Bukele y que la Asamblea sea, por fin, la pieza clave para sacar adelante al país: nunca más ese órgano de Estado viciado, cuna de plazas fantasma y de millones de dólares que solo sirvieron para que unos pocos lactaran mientras el pueblo estaba abandonado.
No debemos reducir el debate solo a retos de la nueva legislatura, porque estos son muy conocidos: reforzar el Plan Control Territorial, estudiar y aprobar una reforma de pensiones integral, canalizar leyes que modernicen el Estado y agilizar proyectos para el desarrollo. También se trata de eliminar esa grasa que no deja que la Asamblea responda a necesidades del siglo XXI, porque no podemos tener tanta ineficiencia y lentitud desde las curules cuando los cambios que pide la sociedad van a otra velocidad. Hacia eso también hay que apuntarle.
Por último, es de aplaudir y confiar en los nuevos rostros políticos que llegan a la Asamblea para dignificar la función de legislador, tan desprestigiada por más de 30 años de acuerdos bajo la mesa, madrugones y negociaciones a espaldas del pueblo. A esto se le suma el liderazgo de Ernesto Castro y el ímpetu de jóvenes limpios, sin pasado político y un presente que vislumbra trabajo y decisiones para la gente, junto con aliados como Reinaldo Carballo que representa la verdadera esencia del PDC comprometido con la vida y la dignidad de El Salvador, no el lado oscuro que personificaba Párker y sus aliados.
Así, nuestro país se da desde hoy una oportunidad irrepetible en su historia, un matrimonio real y no de conveniencia con el pueblo y el fin de la incapacidad legislativa soterrada con la lápida de la esperanza de casi 7 millones de salvadoreños que comenzarán a ver la nueva forma de hacer política junto con un «animal político» llamado presidente Nayib Bukele.