El 2022 fue notoriamente geopolítico porque la humanidad adquirió más conciencia de que estamos atravesando por una Tercera Guerra Mundial. Esta, a diferencia de otras anteriores, se compone de varias franjas o líneas de confrontación, y la más evidente de ellas es la línea económica.
Lo que se llama Occidente: Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, se enfrenta a Eurasia: Rusia, China, Irán e India; en una confrontación civilizacional que muestra cuál es el bloque económico capitalista más fuerte, quién controla los mercados, quién dirige las rutas de abastecimiento logístico, quién es el dueño de la energía que mueve las maquinarias de Occidente, quién es propietario de las innovaciones más importantes y quién posee los ejércitos más poderosos. Esta es la compleja guerra que se desarrolla en el planeta y que afecta nuestras vidas de una manera muy aguda, sobre todo porque nosotros pertenecemos al mundo periférico: siempre estamos en referencia a determinados centros imperiales.
Por primera vez en la historia, Occidente no aparece como ganador en esta confrontación. En el planeta están cambiando tanto el juego tradicional como las reglas de ese juego. Para El Salvador, país periférico por excelencia, es fundamental aprender a relacionar lo global con lo regional, y que nuestra política esté abierta al mundo, buscando la construcción de nuevas correlaciones de fuerzas, en donde nuestra economía se fortalezca con nuevos mercados, nuevos aliados y amigos. Esta política tiene, decisivamente, en Centroamérica, el primer territorio estratégico. En este momento en el que el imperio estadounidense es un navío azotado por las grandes tormentas de su crisis, con capitanes inseguros, nuestro país puede abrirse caminos hacia nuevas rutas, que le permitan al pueblo salir del atraso y la pobreza, que haga posible la producción de la ciencia y la técnica que necesitamos, desarrollando una nueva educación y políticas de salud que pongan en pie las energías creadoras de los salvadoreños.
Centroamérica es el primer territorio político, económico y cultural que puede sustentar nuestra posición ante el mundo que se está construyendo. Por eso, el objetivo es aprender a actuar como región, desarrollando los objetivos comunes, sin sepultar las particularidades de cada país y sin olvidar que la región centroamericana es la parte más débil que el capitalismo ha establecido en América y que, en este momento, es Sudamérica el epicentro de las mayores transformaciones políticas y previsiblemente también económicas, empezando porque Venezuela, siendo el país con las mayores reservas de petróleo en el planeta, es de los que van a crecer más económicamente, según datos de la Cepal. Las derrotas de las fuerzas más conservadoras en Colombia y Brasil abren la construcción de una nueva correlación de fuerzas a escala planetaria. El sistema bancario BRICS, contando hoy con las solicitudes de ingreso de Argentina y México, abre la posibilidad de reducir la influencia del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial en las economías regionales. La presidencia de Lula en Brasil tiene repercusiones planetarias que constituyen una nueva correlación que nuestro país ha de aprovechar ágilmente.
En este escenario, Europa aparece con cúpulas gubernamentales, sirvientes de EE. UU., merecedores de tener monarquías eternas, que renuncian a la posibilidad de su desarrollo antes de reconocer que la energía que necesitan es propiedad de Rusia.
Nuestro país se mueve en estas aguas agitadas y el proceso político salvadoreño, caracterizado por la confrontación entre un poder oligárquico tradicional y un nuevo poder aún pendiente, de corte capitalista burgués, todavía necesita la movilización y la organización de amplios sectores populares que consideren que en este proceso político se están jugando sus intereses.
Esto, por supuesto, va más allá de las encuestas, que siendo hasta ahora favorables al Gobierno puede producir la idea de que tanto arriba, en el Gobierno, como abajo, en el pueblo, se piensa y se acepta un solo proyecto político.
En este proceso, que genera una amplia confrontación con sectores que han perdido el aparato del Estado, o con sectores que pueden ver amenazados sus históricos privilegios de poder, funcionan dos clases de oposición: una es electoral, referida a partidos políticos tradicionales o nuevos, y que son constitucionalmente el corazón y el andamiaje del sistema político; han sido barridos por el pueblo.
La otra oposición es política y no electoral, y aunque no aparece en los diarios o en la televisión, está constituida por grupos económicos nacionales e internacionales que controlan las estructuras reales de poder en el país y no está inmovilizada, pues tiene capacidad de acción y reacción tanto fuera como dentro del país.
El año nuevo se caracterizará por la confrontación entre un nuevo orden, que pugna por aparecer, y el viejo orden, que necesita mantenerse. Si el pueblo salvadoreño asume su papel de sujeto político, dueño de su proyecto, y construye sus propias alianzas y acuerdos, podrá influir en el curso de los acontecimientos venideros.