Son las 6:00 de la mañana en la Granja Penitenciaria de Izalco y las 417 privadas de libertad que trabajan de lunes a viernes en las más de 40 manzanas de tierra cultivadas están listas para comenzar las jornadas agrícolas que les permiten reducir tiempo de sus condenas y adquirir conocimientos que pondrán en práctica al momento de reintegrarse a la sociedad.
Las mujeres son parte del Plan Cero Ocio de la Dirección de Centros Penales que con la llegada del presidente Nayib Bukele en 2019 y bajo la dirección de Osiris Luna Meza tomó relevancia a través de los distintos programas y con los cuales desarrollan una rehabilitación real de las reclusas.
Para el director Luna Meza esta es la transformación del Sistema Penitenciario con el gobierno del presidente Bukele «donde las personas con voluntad de cambiar sus vidas, aprenden diferentes habilidades mientras cumplen su condena».
Karen Salazar tiene un año y medio de trabajar en la granja penitenciaria, cuenta que su día inicia a eso de las 5:30 de la mañana cuando toca despertarse, tomar un baño y luego se reúnen para hacer una pequeña oración donde se encomiendan y piden sabiduría a Dios. A las 6:00 de la mañana y formadas en filas se encaminan hacia la zona conocida como «el río», donde están las zonas agrícolas, donde cultivan alrededor de 25 productos, entre pepinos, tomates, yuca, repollo, maíz, frijol, papaya, chiles, berenjenas, entre otras verduras y vegetales.
Salazar detalla que cada privada tiene asignada una tarea específica que debe cumplir durante la jornada laboral que va desde las 6:00 de la mañana hasta las 3:30 de la tarde.
Ella es coordinadora del grupo de las fumigadoras, que son una cuadrilla que se encarga de controlar las plagas de los diferentes cultivos.
En las labores de coordinación la apoya Dayrin Argueta quien tiene un año de estar en los trabajos agrícolas. La privada manifiesta que la capacitación y la experiencia le ha permitido aprender los diferentes ciclos de los productos y conocer sobre las diversas plagas que pueden atacarlas.
Karen como Dayrin coinciden que el interés por la tierra hace que desarrollen sus labores con empeño y eso les ha permitido avanzar en las múltiples etapas de los cultivos que año con año van en aumento y con los cuales buscan la autosostenibilidad del sistema penitenciario salvadoreño. Se estima que mantener a los reos en las diversas cárceles puede costar cerca más de $40 millones por año, solo en alimentación.
El director de la Granja de Izalco, Wilfredo Cerritos, explica que con las producciones actuales apoyan a los centros penales de Ilopango, Quezaltepeque, Mariona y el Complejo Izalco en las fases tres y cuatro.
Cerritos detalla que a partir del 2023 la capacidad se ampliará debido a que pasarán de 12 a 28 casas mallas (galeras) donde se cultivan diferentes productos.
«Ahí dependerá de la necesidad que tenga la empresa que solicita los vegetales para la preparación de los alimentos, como tiene que írsele dando un sistema rotativo al cultivo, entonces ahí es donde se van a ir organizando ya dependiendo del pedido que ellos saquen, ya con un cultivo programado, pero con esto digamos esto significa un enorme ahorro a las arcas del Estado», manifiesta Cerritos.
Daniel Noyola, es el ingeniero encargado del proyecto y desde su llegada a la granja buscó que la mayor parte de tierra estuviera cultivada. Con el apoyo de Cerritos y las privadas de libertad lo logró, a tal punto que un ciclo productivo ha alcanzado a cosechar más de 100,000 pepinos y hasta 1,700 cajillas de tomate.
«Entonces, para que la granja sea autosostenible, tenemos que producir lo más que podamos, y escalonadamente para llevar una gran secuencia, un gran trabajo y pues es lo que hacemos. Las privadas hacen un rol muy importante todos los días porque a ellas se les enseña, desde colocar una semilla, el riego, el manejo, las plagas, las enfermedades, cómo identificar problemas en los cultivos, o sea, todo», comenta el agrónomo.
La jornada avanza y Karen, Dayrin y las demás 415 privadas de libertad ejecutan sus labores con mayor disposición pues sus años de condena se acortan con cada ocho horas que se mantienen produciendo y afuera de las celdas.