En la vida no bastan las ideas nuevas si no se concretizan en hechos, quedando como simples abstracciones. Surge en la palestra política un nuevo partido que, por vez primera en nuestra historia, ofrece un programa inclusivo de participación ciudadana, señala al poder económico establecido y denuncia a la corrupción política y fiscal.
Nuestro pueblo raras veces ha elegido, y cuando lo ha hecho, lo han frustrado el cuartel, la oligarquía o los pseudorrevolucionarios traidores.
No liberan los partidos ni los caudillos, sino las ideas que renuevan el hombre, humanizándolo, concientizándolo, educándolo y dignificándolo.
Vivimos cerca de 200 años bajo la égida de un poder económico, que con la llegada de ARENA se adueñó de las empresas estatales, evadiendo y eludiendo el fisco, enriqueciéndose más y empobreciéndonos, con una dolarización impuesta, a tal grado, que el salario —no mínimo, sino miserable— no alcanza ni para cubrir la mitad de la canasta básica.
Ocho grupos económicos de poder son los dueños de nuestra economía, entre ellos, solo el grupo Cuscatlán tiene una fortuna igual al 45 % de toda la riqueza que genera el país en un año, con cuyos activos se podría pagar la deuda externa, de la que más del 75 % ha sido de provecho para los corruptos y el gran capital. Esta clase explotadora por fuerza siempre ha estado sobre el derecho, y como tal debe ser aniquilada por la fuerza, por el grito popular de los oprimidos mediante el voto razonado, el escrito honesto y honrado, y la palabra verdadera que aniquila al despotismo medieval, resonando en la plaza.
Los cambios son urgentes, más que el control de la COVID-19, que tiene cura a la larga; pero ante la pandemia del nudo de la corrupción, solo nos queda cercenarlo. No solo se vota por una bandera o un color, meros símbolos, se vota por el pan, el techo, el trabajo, la dignidad, la seguridad, el amor y la libertad. Y eso no es dádiva de promesas, sino botín sagrado del coraje y el valor ciudadano expresado en el voto razonado.
A sabiendas de que en política toda decisión implica riesgo, no se debe temer a lo que no debe temerse, ni respetar lo que no lo merece, pues esto nos mantendrá inmóviles y sujetos. No sigamos siendo rebaño ni muchedumbre anónima, encadenada con telarañas de promesas y engaños. Como pueblo cristiano, en su mayoría, sabemos que Dios ofrece el coraje y la esperanza para ejercer nuestro derecho a ser dueños de nuestro país, no de un grupo luchando contra una injusticia social, que convierte al enfermo en maldito y al pobre en pecador.
Ciudadanos conscientes, tomémosle la palabra al presidente, no como promesa electoral, sino como palabra sincera y decidida, expresada con hombría y decisión de alguien a quien no le tiemble la mano para hacernos justicia.