Durante la pandemia, nos hemos dado cuenta de lo que realmente hay en nuestros corazones, al vernos sometidos continuamente a altas cargas de estrés negativo: posibilidad de infección de la COVID-19, confinamiento, distanciamiento social, uso de mascarilla, duelos, pérdida de trabajo, dificultades económicas, etcétera.
Recuerdo el período de confinamiento obligatorio: de un día para otro tuvimos que paralizar nuestras actividades cotidianas y nos vimos todos juntos en casa. Fue un cambio abrupto que no habíamos imaginado que sucedería. En mi familia ocurrió de todo: discusiones sobre cómo nos organizaríamos para las labores domésticas, identificar espacios físicos para no interrumpirnos en el teletrabajo, quién haría las compras, entre otras cosas. Tuvimos emociones encontradas: incertidumbre, ansiedad, tristeza ante el fallecimiento de tanta gente, así como también alegría porque por primera vez nos reinventábamos en familia espacios de relajación y diversión dentro de casa; hasta creamos nuestras propias recetas de cocina.
Experimentamos una mezcla de todas las emociones. En lo personal, como psicóloga, tenía que mantener mi salud mental para poder apoyar a mis pacientes en modalidad virtual. Durante este tiempo me aferré aún más a la Palabra de Dios; buscaba a diario un espacio personal donde hablaba con mi Padre Celestial, leía su Palabra y le pedía estabilidad emocional para continuar ayudando a quien me lo solicitaba.
En este tiempo de incertidumbre muchas personas han perdido su salud mental, han presentado problemas de depresión, ansiedad, intolerancia, violencia intrafamiliar, adicciones e incluso, lamentablemente, han recurrido al suicidio. Nos cambió la vida de un día para otro y muchos no han tenido herramientas para autocontrolarse: refugiarse en Dios Padre y mantener la fe, que es lo único que nos sacará de esta pandemia. Te has preguntado ¿qué estás aprendiendo de esta etapa de caos mundial? ¿Qué puedes cambiar en tu vida? ¿Cómo está tu capacidad de amor y perdón?
Creo que esta es una oportunidad que Dios nos está dando para cambiar nuestros corazones y enmendar nuestras vidas. Sé que nuestro entendimiento humano es limitado y muchas veces cuestionamos por qué mueren los buenos o por qué viven cosas tan terribles los servidores de Cristo; lo único que te puedo decir, es lo que algún día me respondieron a mí: son las cosas ocultas que solo Dios sabe.
Muchos hemos reflexionado sobre lo pequeño que somos, hoy estamos y mañana quién sabe. Ni las potencias mundiales ni los hombres más poderosos del mundo han podido frenar este caos. Los cristianos sabemos que nuestra vida depende de Dios, nuestra fuente de vida, nuestro refugio. Te invito a que no te sueltes de la mano de Él, y con tu familia unida vivan esta nueva normalidad activos, sin abrazos ni besos, con mascarilla y alcohol en gel, y si presentan síntomas de estrés postraumático, busquen ayuda profesional; entre ellos están los siguientes:
Alarmarse fácilmente
Sentirse con tensión
Irritabilidad
Insomnio, sueño intermitente, pesadillas continuas
Dificultad para concentrarse
Pérdida o aumento del apetito
Dificultad para organizarse y hacer actividades cotidianas
Alteración del estado de ánimo (tristeza, enojo, depresión, ansiedad)
Problemas de memoria
Pensamientos continuos catastróficos
Miedo, culpa, remordimiento
Falta de interés en actividades placenteras
Sudoraciones, taquicardia
Aislamiento
No querer salir de casa
Con los ojos puestos en Dios Padre y el apoyo profesional en salud mental, venceremos esta pandemia.