Aída Mancía es la primera mujer que ha actuado como maestra de ceremonias en cinco presidencias del país y ya ha pasado a la historia debido a ello. También es una fiel creyente. Siempre se encomienda al Creador. Junta las manos, cierra los ojos, clama con profunda fe y ora a viva voz. Quienes están a su alrededor pueden escuchar sus breves pláticas con Dios y previo a la entrevista con «Diario El Salvador» tomó unos segundos para orar. Entre otras cosas, pidió fuerza para superar el nerviosismo que la apresaba. Su franco testimonio público es lo que justamente marcó el inicio de su entrevista.
¿Cómo es posible que a estas alturas de su vida diga que está nerviosa?
Como no, porque cuando yo no conozco a una persona, sí. ¡Usted no me había entrevistado nunca! […] Pasa que cada experiencia que tenemos en la vida es una experiencia nueva. Justamente el día de ayer hubo una condecoración, que se hizo en la cancillería, y yo oro antes. Algunas veces no me escuchan, pero oro, porque creo que hay que pedir por las palabras precisas para no cometer cantidad de errores. Se cometen siempre, pero cometer menos. Cuando son condecoraciones hay que leer un decreto y ese decreto hay que leerlo limpiamente. Entonces, siempre uno se pone nervioso, porque cada acto, cada ceremonia, es una experiencia.
Pero cómo explicar que usted, con tantas actividades públicas a las que ha asistido, donde hay personajes nacionales e internacionales, se ponga así.
Porque conozco gente nueva. Allí, en cancellería, conozco embajadores nuevos, hay bastante trato a ese nivel y es por demás que no me ponga nerviosa. Yo creo que cada uno, y usted como periodista también, muchas veces se pone nervioso, dependiendo a quién vaya a entrevistar. Creo es natural el nervio para un entrevistado o un entrevistador.
¿Y en este caso podría ser como un mecanismo de alerta de su parte?
Y mecanismo de defensa…
Es como decir voy en este segundo, voy a empezar en este instante…
Claro. Así es.
¿Y cuáles son esos momentos o esas actividades que más la inquietan?
Casi siempre todo, sobre todo cuando trabajé con la Presidencia, porque hay que adherirse a un guion. Yo no puedo romper ese guion o salirme de la línea, debo estar en el momento, y muchas veces es natural por los cambios de última hora que, porque un personaje no llegó, porque hay que hacer cualquier situación imprevista, entonces, hay que aprender un poquito a improvisar y eso, quiérase o no, a cualquiera lo pone nervioso.
¿Cómo es la experiencia de las transmisiones en vivo y lo que se graba?
Cuando es grabado no hay problema porque se puede repetir, pero cuando es algo en vivo usted lo dijo y ya no hay marcha atrás.
Los errores se van…
Los errores se van, pero si es pregrabado usted puede volverlo a hacer.
¿Ha vivido esa etapa de decir me equivoqué y pedir que se repita?
¡Claro! Así como lo hacen ustedes: «corte, corte, repitamos».
¿Ha llevado el conteo de cuántos errores ha cometido?
No lo llevo, pero de cada evento voy reflexionando sobre lo que dije, cómo lo dije. Entonces, trato que en el siguiente evento, el siguiente programa, trato en lo posible de cometer menos errores.
¿Cómo es ese proceso suyo de reflexión y sobre qué? ¿Sobre el uso de palabras, el tono?
No, el tono no me importa. El tono creo, con el tiempo, uno aprende a manejarlo. Lo que nosotros vemos, por ejemplo, como locutores, es la buena dicción, la buena modulación, que es importante. El uso de palabras también, recuerde que nuestro castellano es tan grande, entonces, cometemos errores a cada momento. Lo que pasa es que, muchas veces, con el tiempo los errores los vamos tratando de cometer menos. Si yo tengo duda en una palabra, ahora que tenemos internet, la busco. Creo que tenemos que ser responsables y tratar de pulirnos cada día.
¿Con cuántas presidencias ha estado?
Cinco presidencias y un año con la presidencia actual.
¿Hablamos de dos presidencias de ARENA, dos del FMLN y la actual?
Empecé con el doctor Calderón Sol, luego con el presidente Flores, después con el presidente Saca. Tres presidencias de ARENA, dos del Frente y un año, nada más, con el presidente Bukele.
¿Cómo son de exigentes esas actividades protocolarias donde ha participado?
Yo creo que la persona que más nos exige a nosotros, porque realmente el maestro de ceremonias no tiene contacto con los presidentes, a no ser que se converse con él; pero en ese momento [durante los actos protocolarios] nosotros estamos bajo la dirección, bajo el liderazgo, del jefe de protocolo. Si usted me habla ahora de los jefes de protocolo, yo con los jefes de protocolo he aprendido muchísimo. Con el jefe actual, el señor Chico [Francisco] Merino he aprendido muchísimo porque él llegó muy joven a la presidencia y siento que hemos aprendido mucho de él. Lo mismo también, que en paz descanse nuestro querido Eduardo Cálix, creo que ya cumplió un año de fallecido, él fue como un maestro para todos.
Con él estuvo mucho tiempo, ¿verdad?
Empecé con él. Él me empezó a enseñar cómo se manejaba el protocolo, qué se hace, cómo se van tratando los personajes que participan en una ceremonia, las autoridades, en carácter de qué, todo eso es aprendido. No solo voy a decir: «fulano de tal». Si yo me refiero a un embajador, es excelentísimo, cosa que yo no sabía. Yo aquí vine aprender a la presidencia.
Obviamente, es todo un arte el ceremonial y el protocolo…
Exacto.
Las precedencias…
Claro. Tiene un seguimiento esa precedencia y es muy difícil. Si usted me pregunta a estas alturas, con 26 años de paso por la Presidencia, y para mí las precedencias o los vocativos son complejos todavía.
Y ahí, definitivamente, es el guion escrito el que manda.
A nosotros nos dan un programa. Al maestro de ceremonias se le da un programa a desarrollar, ¡no nos podemos salir de ese guion! No es guion, es un programa. Ahora, nosotros tenemos que ir haciendo bien los enlaces: «enseguida», «en este momento», «en este instante», «a continuación», es lo que debemos saber. Como le dije al principio, cuando hay imprevisto o hay algo de última hora, ahí es cuando el maestro de ceremonia tiene que saber lo que está haciendo, compenetrarse de qué se trata la ceremonia, el acto, entonces, al estar compenetrado, si yo conozco el tema y el objetivo, ahí creo que puedo improvisar.
De acuerdo con su experiencia presidencial, ¿maneja un número de eventos donde haya sido la maestra de ceremonias?
Claro, en las transiciones de Gobierno, en visitas oficiales… Ahora, yo nunca acompaño al presidente cuando ha andado fuera porque allá tienen ellos sus traductores. Yo no puedo inglés, yo me limito a ser maestra de ceremonias en español.
¿Por qué dice limitar con esa voz privilegiada?
Pero es que el inglés a mí nunca se me dio. Y lo digo con toda humildad y sinceridad, yo tengo que preguntar cómo se pronuncia, porque eso hago. Cuando hay un traductor aquí, cuando ha habido eventos internacionales, escribo como literalmente me lo van diciendo, para no quedar mal, y si se puede traducir eso al español, si se me permite o protocolo me permite o si el jefe de protocolo me permite hacerlo, pues yo lo hago.
Aplica la fonética, escribe tal cual se escucha.
¡Exacto! Entonces, a lo mejor dicen: «ella lo puede hacer», ¿me explico?, pero sí debo ensayarlo. El maestro de ceremonias no es, por ejemplo, hablo en mi caso personal y bendito sea Dios porque creo que sigo siendo la primera mujer que hizo esto, como maestra de ceremonias [en la presidencia], creo que es de agradecer a la gente que estuvo conmigo, que creyó en mí al llegar a la Presidencia porque se me permitió eso. Creo que en mi hoja de vida lo más bonito que he hecho en mi carrera ha sido eso y tan delicado. Fíjese, ¡qué privilegio trabajar cerca de un presidente! Eso, para mí, me ha marcado y ha dejado mucha huella en mi vida, porque cada presidente tiene un sistema distinto. A cada presidente, sin que estemos consultándole directamente a él si no que consultamos con el jefe de protocolo, pero uno aprende a ver los rasgos faciales. Es decir, cuando un presidente tiene un compromiso tan importante como el que está desarrollando, él voltea a ver a su jefe de protocolo y muchas veces cree que el jefe de protocolo ya me dijo: «acelere el programa», me explico. Entonces uno conoce.
Aprendió la comunicación gestual…
Definitivamente. Pero le digo, es una experiencia interesante. ¡Qué responsabilidad tan grande recae en un presidente de tomar decisiones difíciles! Qué preocupaciones que, muchas veces, ellos las externan a través de sus rasgos faciales […]
Aprovechando que agradece haber llegado a la presidencia, ¿cómo fue ese incursionar de Aída Mancía en una presidencia?
Vamos hablar de algo bonito porque vamos a entablar el tema del Día Internacional de la Mujer. Las mujeres no teníamos, antes, un rol participativo en las ceremonias. Y he revisado los anales de la historia y no había ninguna maestra de ceremonias.
¿A nivel presidencial o en términos genéricos?
Creo que, a lo mejor, en términos genéricos; pero en la Presidencia yo he revisado y han sido hombres. Hasta donde he tenido referencias han sido hombres. Bueno, ahora siguen siendo hombres, pero tuve ese privilegio de hacerlo. Como le repito, trabajar en una Presidencia es lo mejor que me pudo haber pasado en la vida. ¿Mucho estrés?, sí, y ahora la vida me está pasando la factura. Imagínese que usted esté cometiendo errores y un presidente esté presidiendo una ceremonia, es bien arriesgado; sin embargo, como le dije en un principio, trato en lo posible, dentro de mis limitantes, dentro de mis posibilidades, hacer las cosas lo mejor que pueda.
Pero volviendo a la pregunta, ¿quién la enlaza con la presidencia? Entiendo que ya tenía experiencia como locutora.
Estaba ya en la locución. Yo tengo experiencia no solo como locutora sino en teatro. Entonces, en la administración del presidente Armando Calderón Sol, ahí fue cuando no tenía maestro de ceremonias. Yo di clases, también, en la Universidad José Matías Delgado y una alumna que había tenido ahí le dijo al jefe de comunicaciones, que era el licenciado Francisco Imendia, si necesariamente tiene que ser un hombre: «¿Conoce usted Aída Mancía?» «Sí», le respondió él. Bueno dijo: «la vamos a traer para hacer una prueba». Y quién avaló mi participación en la presidencia fue la exprimera dama doña Elizabeth de Calderón Sol.
¿Ella fue directamente?
Sí, debo agradecer el gesto porque creyeron en mí. Y así se fueron sucediendo las administraciones presidenciales hasta que Dios dice. Parto de un principio: creo que las cosas no se suceden sin la voluntad de Dios. No soy religiosa, pero creo en ese poder supremo que dice hasta cuando uno va a estar en un lugar. Ahora ya no estoy en la presidencia, pero estoy en Relaciones Exteriores y es algo que me motiva mucho. Primero, por trabajar con una mujer con la calidad de la canciller, Alexandra Hill Tinoco, que para mí es un privilegio.
Hay una continuidad siempre de su trabajo a nivel de Gobierno…
Exactamente. Y siempre, gracias a Dios, se avaló mi trabajo. Quizás voy a pecar de humilde, pero tengo ese privilegio, que todos los presidentes han avalado mi trabajo. Pero como le digo, Dios dice hasta el momento en que uno va estar en un lugar. Yo no nací siendo maestra de ceremonias de la presidencia, pero donde usted desea plantarse o la planten, ahí usted tiene que dar lo mejor de sí, hacer su mejor trabajo.
¿Cuántos años tenía en la locución o dando clases antes de llegar a la presidencia?
Precisamente en la administración del presidente Flores ya mis clases en la universidad las dejé porque yo exijo puntualidad. Entonces, había eventos que me coincidían, eventos ya en la tarde y yo llegaba a dar clases en la tarde. Entonces, cuando vi que ya eso me impidió, renuncié; pero fueron 15 años que yo estuve trabajando en la Universidad Doctor José Matías Delgado.
¿Qué cátedra daba?
Radio. Tuve la suerte de trabajar con una persona a quien yo le tengo aprecio, mi admiración, mi respeto de toda la vida, que es Guillermo Maldonado. Hablar de Guillermo Maldonado, no quiero decir hijo de Willie Maldonado, porque él se ha ganado ese aprecio y ese profesionalismo, con mucho esfuerzo, con mucha entrega. Entonces, él fue un gran colaborador en esa materia. Creo que sin él, las cosas no se hubieran lucido tanto como fueron.
¿Obviamente conoció al papá y trabajó con él?
Claro. Con Willie, allá en la década del 70, trabajamos en un programa, cuando eran los televisores en blanco y negro. El programa fue «Juegue, ríe y gane» y nos estamos remontando muchos años. Trabajamos en ese programa, se pasaba en fin de semana y era en vivo. Era antes de «Fin de semana», fue el primero, allá en 1971.
¿Y usted era como la coanfitriona del programa?
No. Él era el anfitrión del programa y había dos colaboradoras. Yo tenía una sección a mi cargo que se llamaba «El gran premio». Ahí se premiaba a las personas que tenían cultura general porque se tenías temas importantes a desarrollar: literatura, música, teatro, etcétera. Cine.
¿Formulaban preguntas y las personas debían responder?
Exactamente. Y el que ganaba se llevaba el gran premio. Eran programas educativos, formativos, y también de entretenimiento.
En ese momento, ¿cómo era su voz?
Bueno, uno no se lo advierte. Pero quizás unas de las cosas que me llevó a formar parte de ese staff, a mí me seleccionó el señor español, que ya murió, señor Lobatón, no recuerdo el nombre, pero el me seleccionó para integrarme al staff. Me dijo: «tiene una voz grave». Entonces, vamos a ver el resultado de los televidentes. Había personas que creían que yo era nicaragüense, quizás por el timbre […] El programa en sí fue una experiencia grande en entretenimiento familiar, y era en vivo. Y así como decimos: si se cometen errores, van al aire.
Aunque en la televisión son perdonables ciertos errores, ciertas omisiones, cierto atropello de palabras…
Es que es en vivo, igual en radio, pero hay que tratar de no hacerlo, porque para eso en radio, para que nosotros no atropellemos tanto la lectura, hay recursos. Usted ahí tiene que practicar una gesticulación. Fíjese que yo hasta doy el consejo, usted lo habrá visto, el lápiz, el famoso lápiz entre los dientes, que es para que la mandíbula se relaje. Yo doy el consejo de, antes de una ceremonia mascar chicle, y en más de alguna ocasión yo tuve que haberme tragado un chicle… (ríe)… porque por tener una buena dicción estos mascando y me dicen: «ahí viene el presidente» y talvez no me quedó chance de botarlo, y a tragarme el chicle. Pero para tener la mandíbula dócil, para tratar de pronunciar bien, porque si me estoy atropellando quiere decir que estoy muy fría. Y tenemos que tener ese ingrediente importante de la buena dicción y no solo en vivo, sino que también en la radio. Yo fui lectora de noticias en la radio y en la televisión también, en canal 10.
Retomando lo que dice del programa de televisión, ¿cuánto tiempo estuvo ahí?
El programa estuvo desde 1971 a 974.
¿Y luego?
Yo sigo en radio. Para mí, mi pasión y mi génesis fue la radio, el teatro también. Yo hice teatro antes de llegar a la radio. Yo soy bachiller en Artes, en la rama de teatro. Entonces, paso después a seguir mi rol como locutora. Empecé en una radio que ya no existe, de aquellas grandes emisoras en AM, el FM ya fue posteriormente. En AM era la Radio Teatro, muchos la recuerdan todavía.
¿En cuáles más estuvo?
En KL, como lectora de noticias. Estuve poco tiempo en KL. En YSU estuve en un programa de música, pero también se leían noticias. No sé si recuerda de Autoradio que decía [y canta]: “Música, música bonita, música romántica. Ya momentito, momentito, no nos cambie. Siga escuchando Autoradio”.
¿Ese jingle lo hizo usted?
No lo hice yo, pero formé parte de ese equipo. ¡Era el formato más precioso que había en ese momento porque vivía la música! A mis años, yo disfruto escuchando música, sobre todo cuando están incluyendo música de mi tiempo, de la década del 70. La disfruto.
¿Y luego de la radio?
Paso como lectora de noticias en canal 10. Había un espacio noticioso que se llamaba Tele 10. En ese espacio trabajé todos los días y también los domingos porque había un estelar los domingos. Yo seguía también mis estudios en la universidad. Yo estaba siempre estudiando. En el 87 pasé a ser lectora de noticias en canal 10.
En el 89 entró Cristiani, ¿verdad?
En ese proyecto no estuve. Fue en el 94 cuando entré a formar parte del equipo de la presidencia del doctor Calderón Sol.