Da alivio comprobar que no siempre la memoria es ingrata. Es una promesa de que, pese a todos nuestros temores, no terminaremos desapareciendo del todo. Este año se cumple el centenario del nacimiento del escritor colombiano, residente en México la mayor parte de su vida, Álvaro Mutis. Puntual, la editorial Alfaguara ha editado este año, con la etiqueta de «Centenario Mutis 2023» un volumen de algunos de sus cuentos reunidos con el nombre de «Relatos de mar y tierra». En la etiqueta consta, además, una frase de su amigo Gabriel García Márquez, «Maqroll somos todos», en homenaje al personaje principal de la narrativa de Mutis, con quien solo le separaba, al decir del Premio Nobel de Literatura, un abismo insondable: la insensibilidad para el bolero. En todo lo demás, la amistad prosperó, pese a vivir «tiempos tan ruines», como advirtió el autor de «Cien años de soledad».
La primera vez que supe de Mutis fue en la década de los noventa cuando leí en una separata de la revista «Nexos», de México, «La última escala del Tramp Steamer», una alucinante novela corta del escritor colombiano que puso nombre a mis presentimientos. Solo posteriormente supe que Mutis había acumulado más premios que la mayoría de sus contemporáneos: el Príncipe de Asturias, Médicis de Francia, Cervantes de Literatura, entre otros. Solo le faltó el Nobel, pero, probablemente era demasiado tener dos colombianos laureados en tan poco tiempo.
Sorprende el milagro evocatorio de la prosa de Mutis; la intensidad creciente en que prepara la revelación de «los dones con que nos sorprende la vida». Como las apariciones de mujeres milagrosas, extrañamente bellas, como Wanda en «La última escala del Tramp Steamer», o Ilona en «Ilona llega con la lluvia», que tienen «la condición de aparecer y desaparecer de nuestras vidas», como de iluminar de golpe, con unas pocas frases, la existencia. «Ya lo sabía —se limitó a decir—. Lo sabía desde cuando lo vi por primera vez. A la vida no le gusta que la traten así, como si estuviera sentada en el banco de la escuela», anticipa Ilona a Maqroll cuando va a contarle el suicidio del capitán del buque.
En Mutis predomina la nostalgia no por la pérdida de un lugar al que es imposible regresar, sino la que surge de la sabiduría de quien reconoce que los seres humanos solo tienen la plenitud del instante frente a la muerte y el olvido. Así, todos los viajes del Tramp Steamer, que lleva el nombre casi borrado, dibujan los círculos de la condición humana donde cálculo y azar dan juego a lo inevitable. Así sucede también con los itinerarios amorosos del capitán del barco y la bella libanesa Wanda, a quien conoce en Pola y con quien se encontrará en todos los puertos que recorra el buque. Serán instantes absolutos, sin ningún futuro. «Lo de ustedes durará lo que dure el Alción», advierte Bashur, el hermano de Wanda. A lo que contesta el capitán, melancólico como héroe de Mutis: «Sí, tal vez tenga razón. Pero también es cierto que eso, el presente absoluto que nos hemos impuesto para mantener nuestra relación, no quiere decir mayor cosa».
Paradójicamente, Mutis llama a Maqroll gaviero, palabra que designa a quien tiene el encargo en el buque de avizorar el horizonte desde la vela en el mastelero mayor, la gavia. «Maqroll es viajero incesante de puertos y de emociones, de paisajes y de personas, de amores y tragedias… qué caminos escoge la vida. Y uno que piensa tenerlos a su arbitrio. Qué inocentes somos. Vamos siempre tanteando en la oscuridad».