Después de perder su pierna derecha, José Bastidas dejó su oficio de «cauchero», reparador de neumáticos, y se pasó a la elaboración de prótesis para amputados en una fábrica en Venezuela.
«Era cauchero de carros, ahora soy cauchero para seres humanos», dice sonriente a la AFP Bastidas, de 41 años, mientras se desplaza con su prótesis por el taller de la empresa Zona Biónica, donde comenzó a formarse como fabricante en 2016 cuando recibió su prótesis, un año después del accidente de tránsito en el que terminó amputado.
No hay estadísticas sobre el número de amputados ni sobre la demanda de prótesis en Venezuela, país de unos 30 millones de habitantes. La última estadística disponible data de una investigación en 2008, cuando había unas 130.000 personas con una discapacidad físico-motora (incluidos los amputados).
Zona Biónica estima que la mayoría de los casos son amputaciones como consecuencia de problemas médicos, como diabetes, seguidos por accidentes de tránsito.
Además del choque físico y psicológico para los amputados, están los problemas financieros. Salvo raras excepciones, tienen que financiar la compra de sus prótesis y muchos tienen dificultades para reunir los 1.800 dólares necesarios para el modelo más económico, que debe cambiarse al menos cada dos años.
«Poner a caminar a una persona no tiene precio», celebra Bastidas, que lleva una boina amarilla. «No gano mucho, pero esto es emocionante, ver a la gente ponerse en pie. Les doy ánimo, se deprimen, tienen la moral baja, pero les explicamos que perdimos una parte del cuerpo pero no la vida».
«Yo tengo dos hijos, no iba a quedarme en casa», añade.
La mente es muy fuerte
Heidy García, de 30 años, trabaja como administrativa en Zona Biónica. Perdió la pierna derecha por un problema circulatorio hace cuatro años y ahora luce una prótesis azul turquesa personalizada, orgullosa, con unos pantalones cortos blancos.
«Al principio es muy duro», cuenta García, madre de una niña de ocho años. «Hay que seguir adelante, después viene la aceptación. La mente es muy fuerte».
Sostiene que los nuevos pacientes ganan confianza y consuelo con la experiencia de estos trabajadores, que pasaron por experiencias similares.
«Sabemos lo que es la pierna fantasma, los calambres, acostumbrase a la cuenca (sistema de encaje)» de la prótesis, sigue García, que tras trabajar en otra empresa pasó a Zona Biónica.
«Al principio no tenía mucha ganas de vivir», explica. «Necesitaba ayuda para bañarme, para hacer mis necesidades… pero ahora cambié, estoy mucho mejor. Con la prótesis, la cosa cambia».
«Ahora quiero trabajar y vivir, quiero seguir luchando por mí, mi hijo y mi familia».