«Hubo familias como la mía que lo perdieron todo, porque todo quedó adentro y los tractores deshicieron nuestras champas cuando nos desalojaron», expresó don José Roberto Pérez Brizuela, de 64 años habitante de la comunidad El Espino, en Antiguo Cuscatlán, La Libertad.
Don José comenta que llegó a trabajar a la finca a la edad de 18 años, él era parte de las decenas de familias que la noche del 16 de mayo de 2018 tuvieron que dormir bajo plásticos sobre el arriate del bulevar Cancillería, luego de ser desalojados del casco de la finca El Espino.
«Trabajé con don Roberto y con Miguel Dueñas, los abuelos de los actuales administradores del terreno, fui camionero de ellos por muchos años. Desde que vine me permitieron instalar mi champita así que residí 53 años en la finca, más dos años de estar aquí en la calle ya son 55 de vivir aquí», señaló don José.
Don José, conocido en el lugar como el hermano Brizuela comentó que la vida en la finca era agradable y que cada fecha de pago parecía una fiesta en el lugar.
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«Para esta época había temporada de corta de café, justo donde nosotros vivíamos era donde pagaban, aquí era una fiesta cuando pagaban porque había de todo, venían a vender de todo y se disfrutaba durante el fin de semana», recordó don José.
El hermano Brizuela menciona que ellos nunca pensaron en mudarse de la finca porque pensaron que el terreno ya era suyo después de tanto tiempo de residir en el lugar.
«Nunca nos imaginamos que nos tirarían a la calle, antes de los desalojos pasó un muchacho preguntando cuántos años teníamos de vivir en el lugar, en ese tiempo yo tenía como 50 años, y dijo: “a nombre, el terreno es de ustedes, esto aquí no se los pueden quitar ya ustedes son los dueños”. Y nos confiamos», reflexionó el lugareño.
Don José comenta que al momento del desalojo les dijeron que debían dejar el lugar porque iban a construir unos edificios, lamenta que muchas de las familias no les dieron tiempo de sacar sus pertenencias.
«En el lugar donde nosotros vivíamos antes no han construido nada, nos sacaron solo por hacernos el mal. Es bien tremendo porque cuando nos acordamos (del desalojo), nos da lástima y dan ganas hasta de llorar, porque todo quedó adentro y se perdió», apuntó don José.
El lugareño señala que a pesar de los momentos difíciles que han vivido esperan que el Gobierno les entregue sus nuevas viviendas para poder reiniciar sus vidas, «solo estamos esperando que terminen las casitas y nos vamos de aquí porque en realidad no podemos estar tanto tiempo en este arriate», puntualizó.