Crearon olas gigantescas para surfear sus ansiedades de poder. Compraron la mesa vip más costosa para intentar conducir la percepción nacional a puertos de su interés perverso. Con palomitas de maíz en mano, esperaron a que también se abriera el telón internacional y presenciar el acto que maquiavélicamente elaboraron con sus ONG, activistas, plumas y micrófonos a los que no tuvieron reparo en financiar.
¡Qué mejor oportunidad que la llegada de un funcionario de la nación más poderosa del mundo para escuchar lo que tanto clamaron y en el momento justo! Sus pulsaciones estuvieron a mil, pues con antelación fabricaron argumentos de ilegalidad con la ayuda de leguleyos a quienes de la noche a la mañana denominaron «constitucionalistas», pero que no son más que abogados del diablo que sirven al poderoso caballero, «don dinero».
Deslizaron todo tipo de argucias en notas internacionales pagadas, en sus periódicos, programas de tv., de radio y sitios web. Algunos escribientes, desde el exilio —pues temen enfrentar la justicia por sus comprobados actos corruptos— deslizaron sus letras agónicas en columnas de opinión en redes sociales.
La desesperación llevó a todos los que conforman la oposición a ahogarse en su propia intensidad, cuando cayó el telón y el acto fue contrario a sus bemoles. La frase les queda perfecta en la lápida: «Es un momento importante para ustedes, los salvadoreños, de decidir y van a tener la oportunidad de expresar su voluntad en las urnas…». Sí, en las urnas, donde el soberano decide y a quien tanto le temen.
¡Grande es la osadía de llevar la contraria a todo un pueblo que desde 2019 decidió su rumbo, su propia historia y que no está dispuesto a regresar al pasado de dolor, de luto, de despilfarro! ¡Aberrantes acciones son las que ejecutan para impedir que el salvadoreño siga tomando sus decisiones de país! Y tal como hicieron en el pasado —y a pesar de la bo- fetada internacional— aún buscan imponer la voluntad de los que por décadas hicieron bacanales con el dinero proveniente de las arcas del Estado y se sumergieron en pisci- nas con sangre inocente.
Ahora, con rabieta extrema, arrecian sus presiones y amenazas a la entidad electoral que dará el aval y el banderillazo de salida a los candidatos a presidente y vicepresidente; mientras luchan despiadada- mente por descalificar a la Sala de lo Cons- titucional legítimamente juramentada por la Asamblea Legislativa, que fue institucionali- zada democráticamente con el voto de los salvadoreños en 2021.
Las resoluciones de la Sala de lo Constitucional se cumplen. Siempre ha sido así, y los que hoy exigen al Tribunal Supremo Electoral no obedecerlas son los mismos que antes, en sus gobiernos, aceptaron la obligatoriedad, lo expresaron públicamente y las acataron, porque sabían que es una premisa de obligación que no se puede discutir.
A lo largo del tiempo, los magistrados de la Sala de lo Constitucional han interpretado la Constitución, han dado resoluciones que, incluso, impactaron en los sistemas político y electoral. Tal es el caso de la resolución de las candidaturas no partidarias, de la que muchos afirmaron en 2010 que estaba modificando «inconstitucionalmente» el sistema político salvadoreño. Y qué decir de abrir planillas y el voto por rostro y cruzado. Pero las aplicaron, ¿por qué? Porque como repitieron una y otra vez, «las resoluciones del máximo intérprete de la Constitución son de obligatorio cumplimiento».
En una entrevista en un sitio digital, en 2018, Rodolfo González, exmagistrado apodado uno de los «magníficos» por are- neros y efemelenistas, no tuvo reparo en aceptar que con sus compañeros «hemos cambiado interpretaciones interesadas de ciertos artículos de la Constitución», en materia electoral; o que «dentro del margen de la Constitución, sí jugamos mucho con la interpretación». ¿Y qué dijeron entonces los que ahora se rasgan las vestiduras por la candidatura de Nayib Bukele? Nada. Eran sus «magníficos».
Y ahora resulta que esta nueva Sala de lo Constitucional, juramentada legítimamen- te por una Asamblea Legislativa constituida democráticamente por el pueblo, no puede aplicar el derecho de interpretar la Consti- tución, simplemente porque no la instaló el poder fáctico y sus achichincles areneros, efemelenistas o Párker.
Los magistrados de esta Sala están ac- tuando bajo la legalidad que la misma Car- ta Magna les obliga. Sus resoluciones son sólidas. Y por más que los opositores aúllen como bestias de carroña heridas, la institu- cionalidad está funcionando como debió ser desde 1992.
Ningún salvadoreño honrado y hones- to pretende que se le quite nuevamente el derecho de decidir su futuro. Y como bien lo expresó el funcionario estadounidense: «Es decisión de los salvadoreños en las urnas».
Dios bendiga a nuestra nación.