Mi niñez siempre estuvo rodeada de libros, historias de escritores y muchos cuadernos donde escribía mis investigaciones, ideas y sentimientos. El estudio de mi casa era un santuario de libros, clasificados, unos para leer y otros –los más finos empastados en cuero y con papel cebolla– sólo para ver. En el colegio, mi rincón preferido era la biblioteca, y cuando los libros estaban nuevos, gozaba con olerlos, acariciarlos y empaparme de sus colores, dibujos y letras.
Fui una niña bendecida, pues mis padres estimulaban en mí ese deseo de leer y escribir en ese entonces, a pesar de mis cuatro años de edad.
Hice mis primeros cuadernos de composiciones a los ocho años de edad. En esa época, ya mi madre me había dado libertad de leer los clásicos y las colecciones de lujo, pues sabía cuánto yo lo anhelaba.
En varias ocasiones, en 1987 fui a la Biblioteca Nacional de El Salvador, al edificio San Rafael y la casa contigua en la Calle Arce de la ciudad capital, donde funcionó por un tiempo.
Yo miraba tantos libros antiguos y otros más recientes que era casi imposible decidirme por dónde empezar a investigar para mis tareas. En aquel entonces no había internet, no podíamos hacer trampa al copiar y pegar. A mí me enseñaron a investigar, hacer resumen de cada libro consultado y luego ordenar el material, colocando siempre las fuentes consultadas, hasta con su ficha bibliográfica.
Pero no a todas mis compañeras les gustaba este método de estudio y muchas se quejaban. Unas decían que no eran cómodos los muebles para sentarse a escribir, otras que los libros de Derecho Romano eran viejos y olían a «guardado», que todo era gris, oscuro, y por esta causa se enfermaban sólo de pensar ir a ese lugar, pues les provocaba alergias nasales y en la piel. Muchas otras señoritas odiaban ir a ese sector por estar sucio y desordenado, pues para llegar a la biblioteca tenían que pasar por las calles hediondas y escapar de qué algún borracho o maniático les tocará el trasero en alguna esquina. En resumen, no iban.
Volví con mis hijos, años después de la firma de los Acuerdos de Paz (1992), cuando había sido trasladada al edificio del Banco Hipotecario, para mostrarles los libros que yo investigaba y cómo hacía mis tareas universitarias, y donde hoy permanecen todas mis obras, las cuales he donado (Depósito legal) desde 1989 hasta el 2023: «En mi soledad», «Tiempo sin ausencia», «Sílabas celestes», «Invierno», «Manos, cuentacuentos y poemas», «Los niños viejos» (poesía social), «Antología del libro invierno», «Antología poética y cuentos cortos», «En la espiral del tiempo» (novela)”, «Tu luz en la oscuridad» (poesía mística), «Aleluya» (poesía mística), «Alas grises» (epistolar durante la pandemia), «Peña blanca» (vida y obra del escritor Ricardo Trigueros de León), «¿Cómo educar a personas sordas? Método para enseñar español a personas sordas». Colecciones de treinta y tres libros de cuentos para la primera infancia y cuentos individuales: «La guardiana del jardín», «Nariz de bodoque», «La muñequita y el sol», «Luna de azúcar», «Mica polveada», «¿Cómo canta el mar?», «El tesoro». Colección de veintidós libros de cuentos para la niñez de la primera infancia Rayitos de sol, colección de cinco libros de cuentos Mi planeta Azul. Todos mis cuentos de las colecciones están diseñados de forma accesible para la niñez con baja visión y para estimular la lectura en la primera infancia.
Llevaba a mis hijos a ver la antigua galería de fotos de escritores salvadoreños donde estaba su tío abuelo Trigueros de León, y participaban en una que otra actividad infantil de lectura de cuentos. La Binaes era para ellos como un búnker, nada atractiva.
Este año 2023 nos han entregado una Biblioteca Nacional de El Salvador de lujo, totalmente nueva y equipada, ordenada en áreas destinadas al estímulo de la lectura para cada edad, con énfasis en la niñez y la juventud, con ajustes y personas calificadas para atender a personas con discapacidad. Aún falta ordenar las áreas para las investigaciones, los libros antiguos y las reliquias que de alguna manera serán expuestos. Es un proceso largo y complejo, pero se cuenta con el director y escritor Manlio Argueta, una persona talentosa que cuida cada detalle, acompañado de un enorme equipo joven y lleno de energía, y un viceministro de Cultura, Eric Doradea, que ha dirigido y ha estado al tanto del proyecto desde su inicio.
He leído muchas críticas negativas sobre esto, en otros medios de comunicación, algunas personas dicen que eso no es una biblioteca nacional, sino una especie de parque de diversiones de Disney.
La realidad es que en muchos países desarrollados las bibliotecas tienen restaurantes, áreas de estimulación temprana que incluyen juegos con los cuentos, títeres, para ver, oír, tocar y signar, y espacios diseñados de acuerdo a las edades y capacidades de las personas lectoras.
Muchas de las bibliotecas poseen también exhibiciones de artes plásticas y clubes de lectura, y de cine, pues se intenta estimular la lectura por todos los sentidos, despertar la creatividad en la niñez y elevar así la cultura y el manejo de la gramática castellana, como es nuestro caso.
La Binaes es un edificio moderno y diseñado para todas las personas, con lugares específicos para personas con discapacidad, personas obesas o de corta estatura, personas con problemas de movilidad, ceguera o pérdida de audición. Es un lugar donde una madre estudiante puede llevar a su bebé, o las personas adultas mayores seguir fortaleciendo sus clubes de lectura. Hay un área para la primera infancia y otra donde la inquietud de los jóvenes se llena de entusiasmo y, sin saberlo, aprenden jugando. Se afina el intelecto, se desarrolla el pensamiento, hay robótica, enfermería, salas temáticas y de juegos, así como espacios tecnológicos de realidad virtual, simuladores de vuelo y de medicina, impresoras de resina y escáneres 3D y muchas otras atracciones que son miel para atraer a las personas a la lectura de hermosos libros de escritores nacionales e internacionales, de la actualidad y del pasado.
También se cuenta con computadoras, internet y poco a poco, primero Dios, un sueño es que se logre tener una buena cantidad de los libros en forma digital en línea para que la Binaes pueda ser disfrutada en todos los departamentos de la república de El Salvador al ingresar a una dirección virtual, un espacio tridimensional que posea gran material bibliográfico para consultas. Y muchas galerías de las personas escritoras actuales y nuestras biografías para ser reconocidas, valoradas y promover así nuestras obras para que puedan venderse en las librerías o en forma directa.
En lo personal, agradezco como escritora salvadoreña al gobierno de China por este maravilloso regalo que da a nuestro país y al presidente Nayib Bukele y su Gobierno por su trabajo al concretizar ese donativo único en la historia salvadoreña. Me siento muy contenta que todas mis obras se encuentren en esta Binaes, al igual que las obras de mi tío Ricardo Trigueros de León. Sé que serán leídas por muchas personas.
Aquella Biblioteca Nacional de El Salvador fundada en 1870, la cual desde un inicio sufrió con muchos traslados debido a catástrofes y órdenes de altos mandos, hoy, por fin, tiene su sede y ocupa el lugar que merece.