Después de 27 años de docencia en mi país y de conocer los cambios que se hicieron en este corto, pero largo trayecto de una vida dedicada a la educación, considero que tengo las credenciales para emitir opiniones al respecto.
Sobre todo, poder contribuir a mi país en diferentes investigaciones que como sociólogo he venido realizando, y que pese a que mis opiniones las doy a conocer en diferentes foros, aún siguen siendo deudas pendientes.
Yo sí tengo plena claridad de que el actual Gobierno, liderado por Nayib Bukele, va a analizar y, creo, además, que las actuales autoridades de Educación no harán caso omiso de mis valoraciones al respecto. Los gobiernos de ARENA ofrecieron en 1995 el Plan 2021, que significaba que para el año pasado nuestro país sería bilingüe, entre otras cosas, pero jamás se potenció brindar nuevas y mejores herramientas metodológicas al sector docente y, sobre todo, a los de esta especialidad.
Todo se quedó únicamente en una propuesta electorera y fue un engaño más para la población educativa salvadoreña. Los gobiernos del FMLN ofrecieron el plan social educativo Vamos a la Escuela, el cual incorporó los actuales programas asistencialistas (calzado, uniformes, útiles escolares y el vaso de leche). De lo anterior, lo último siempre existió, llamado de otras maneras: programas de alimentación escolar, entre otros nombres, los que han acompañado a las escuelas públicas desde los años sesenta con los programas de Alianza para el Progreso.
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Se pensó en su momento que motivando por medio de los paquetes escolares se impactaría positivamente en los conocidos indicadores educativos, como deserción, repitencia, absentismo y edad extra, lo cual no ocurrió como lo proyectaron. El asistencialismo de los gobiernos de los mismos de siempre más bien generó una dependencia adicional de los padres y madres de familia, quienes ahora ven como una obligación del Estado brindar este tipo de acciones asistencialistas.
Desde mi punto de vista, creo en la subsidiariedad del Estado, y creo además que por ser un país con limitados recursos se debería recurrir al mapa de pobreza y focalizar esos recursos, que a fuerza de ser honestos los uniformes, los útiles escolares y la entrega de calzado no han cumplido los objetivos para los que se crearon y erogado millonarias cantidades de dinero.
En lo que sí creo que el actual titular del Ministerio de Educación debería incidir es en áreas que no se han querido tocar, y para el caso menciono que en el primer ciclo de educación básica, es decir, primero, segundo y tercer grados, todos los alumnos automáticamente deben ser promovidos tengan o no las competencias pedagógicas para optar al grado inmediato superior.
Esta historia cambia a partir del segundo ciclo, o sea, cuarto, quinto y sexto grados, donde sí existe la reprobación a quienes no logren la puntuación requerida para optar al grado inmediato superior, y es ahí donde se concreta el grave problema que tiene nuestra educación salvadoreña, es ahí donde queda al descubierto que al no tener bases sólidas la calidad educativa se decae.
Esta situación yo la comprendo cuando gobiernos anteriores, en aras de justificar el apoyo de organismos internacionales y de Gobiernos amigos, buscaron por medio de esta estrategia hacer únicamente un juego de números y presentar ante la comunidad internacional un espejismo donde se pretendió hacer creer los avances en materia educativa que nunca fueron reales, es decir, hasta en esos detalles nos mintieron. Creo que el presidente Bukele, en aras de ordenar la casa, debería revisar este planteamiento, pues es ahí donde se encuentra el cáncer que carcome nuestro sistema educativo.
Calidad educativa: ¿mito o realidad? Esta paradoja es algo que debe resolverse en favor de nuestro país, ya que por muchos años en el sector educativo se ha hablado de calidad educativa como si se desconociera el verdadero sentido de ese término y obviando esa triste realidad que esconde nuestra escuela.
Alguien tenía que decirlo una vez más, y nuevamente alzo mi voz en beneficio de nuestro sistema educativo, de nuestro país, de nuestro cuerpo docente —compuesto por cerca de 50,000 profesionales— y por más de 1,300,000 estudiantes. En un futuro artículo expondré otros casos pendientes en la educación salvadoreña, y creo factible que nuestro presidente Bukele podrá considerar para efectos de ordenar la casa, misma que sirvió de refugio o cueva de ladrones de quienes ya conocemos su triste final.