Si una civilización del mundo antiguo ha fascinado a propios y extraños por su rico legado, ha sido la egipcia, interés que en la era moderna surge a partir de la expedición de Napoleón en 1798, quien documentó su flora, fauna, etnografía, entre otros aspectos y los resumió en Description de l’Égypte, publicación de 1809 hasta 1829.
De este pueblo llama poderosamente la atención su rica arquitectura funeraria constituida a partir de mastabas, hipogeos y pirámides, siendo las tumbas el punto de comunión entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, así como una máquina de regeneración, que permitiría al difunto renacer hacia una nueva realidad trascendental.
Otro aspecto a destacar de esta cultura es su religión con una rica cosmogonía de dioses y diosas con deidades sincretizadas como Amón-Re de la unión de dos dioses y otras divinidades de diversa índole como, Hathor, Nut, Thot, Ptah y triadas como, Amón, Mut y Khonsu; Ptah, Sekhmet y Nefertum; Osiris, Isis y Horus.
Es de esta última triada que haremos hincapié, como la más representativa del mito de la muerte y la resurrección en el Antiguo Egipto, así como de Isis, arquetipo femenino por excelencia.
Esta diosa aparece en el relato de la resurrección de Osiris, quien había sido asesinado por su hermano Seth, señor del desierto y la tormenta, desmembrándolo y esparciendo sus partes por los cuatro puntos cardinales de la tierra. En los tres días que estuvo muerto, Isis, su hermana, lo ensambló de nuevo, salvo su falo que no logró encontrarlo; se acostó con el cadáver y quedó embarazada de Horus; Osiris finalmente resucita a los tres días.
Isis al acostarse con Osiris es viuda y Horus es huérfano antes de nacer, alusión que está enmarcada en el Libro de los Muertos. Isis es, por tanto, la ma dre que enfrentará la soledad y sacará adelante a su hijo al cual protegerá por sobre cualquier adversidad.
Según expone Marc Orriols Llonch en su artículo «Mujer ideal, mujer infractora». La transgresión femenina en el Antiguo Egipto, esta condición de Isis aparecerá descrita en el papiro del Louvre, destacándola por sobre las demás diosas: «Soy tu hermana Isis. No hay otro dios o diosa que haya hecho lo que yo he hecho. He ocupado el lugar de un hombre, aunque soy una mujer, para que tu nombre viva en la tierra, desde que tu semen divino estuvo en mi cuerpo».
En cuanto al rol protector de Isis sobre su hijo existen diversos textos como la Contienda entre Horus y Seth, a quienes la Enéada había convocado a un combate para decidir a quién entregarían el trono de Egipto, para lo cual, ambos contrincantes son llevados a una isla en medio del Nilo, siendo entonces que Isis engaña al barquero Nemti para que la lleve al islote. Ya en el lugar, Isis con sus poderes mágicos se transforma en una hermosa doncella que termina seduciendo a Seth, logrando así que Horus salga victorioso de la contienda. Seth al verse engañado pide una segunda oportunidad a la Enéada, quien decide entonces que ambos contrincantes deberán de competir nadando en el río bajo la forma de hipopótamos. Isis entonces lanza un arpón que equivocadamente hiere la pierna de Horus. Lanza un segundo tiro acertando en Seth, quien agonizante pide a la diosa que retire el aguijón. Finalmente, cuando Horus es también liberado, furioso le corta la cabeza a su madre.
En otro relato, Isis engaña al dios Re, el sol, quien yacía postrado en su cama en sus días de senectud, colocándole una serpiente de barro moldeada con la saliva del mismo dios solar. El áspid muerde a Re quien agonizante, acude a Isis, quien le ofrece el antídoto a cambio del nombre secreto de Re, para beneficio de su hijo Horus.
También, se menciona que Seth acudió a la Enéada a reclamar el trono de Egipto al haber sodomizado a Horus; este último niega que haya ocurrido, Thot reclama el semen de ambos contendientes. Es así que Isis corta las manos de Horus que tenían el semen de Seth y las tira al río, acto seguido, masturba a Horus y le extrae su semen, con el cual riega unas lechugas que usualmente comía Seth, lo que provocó que cuando la Enéada los citara apareciera el semen de Horus dentro del cuerpo de Seth, venciéndolo de esta forma en el juicio.
Orriols Llonch en su artículo también dice en el Mito de la vaca celeste, como el mundo se levanta contra Re, al considerarlo demasiado viejo para presidir. Es por eso que lanza contra la tierra a la diosa Hathor-Sekhmet como una gran leona para devorar a la insolente humanidad.
Según este último texto, aparecen las deidades femeninas egipcias bajo formas felinas a quienes este autor alude como hogareñas y maternales, como los gatos o fieras guerreras, como las leonas fuera del entorno familiar.
Estas diosas brillan con fuerza en una cultura que en su aspecto más externo tiene un rostro patriarcal, pero que, en su corazón, yace un espíritu indomable, que, como Isis, trasgrede cualquier norma, con tal de proteger lo que más ama, siendo esta, la imagen de una mujer férrea, independiente y capaz de concretar todo lo que desea.