La afición de Águila puso el ruido y la fiesta en las gradas y Alianza en la cancha. A los paquidermos les bastó un puñetazo de Fito Zelaya en el rostro para quedar tumbados sobre el césped y dejar a San Miguel con el ceño fruncido.
Da igual si hay algo o no en juego, el naranja de Águila y el blanco del Alianza no combinan, son dos equipos que se las traen: arrastran morbo y orgullo desde siempre y la noche de este domingo no fue la excepción.
El ambiente de carnaval se respira en San Miguel, pero anoche pesó más en el aire la hostilidad inflamable que se desplegó en las gradas y luego sobre el césped de Juan Francisco Barraza cuando ambas oncenas se batieron en duelo.
El himno del carnaval de San Miguel sonó en las gradas de los tendidos populares media hora antes, y luego el plantel blanco hizo su entrada al pasto callaron los tambores y apareció al unísono el «hijos de …» a espaldas de una luna que atestiguaba en silencio desde el nororiente.
El espíritu fiestero de los migueleños se encandiló más con la aparición de los pirotécnicos, pero después durante el primer acto y la caída de la cortina solo les quedó celebrar, el buen toque de balón, el dominio marcado casi monopólico sobre los blancos, y las amarillas que el árbitro repartió a los paquidermos en vísperas de Navidad.
Festejaron a Gerson Mayén y Yan Maciel frotaron la lámpara y pellizcaron y lanzaron improperios contra Nicolás Martínez y Lucas Ventura que estuvieron cara al gol, pero llegaron con los tacos torcidos y dejaron con la garganta reseca a la hinchada negro naranja hizo pucheros en las gradas cada falló garrafal antes y después de cada pausa.
En la bajada del telón Águila mantuvo su ritmo y posesión de balón, pero los albos fueron más punzantes, y en un parpadeo Fito les robó la cartera y silenció a aquellos que desde las gradas de tribuna se mofaban de su peso. Le bastaron tres intentos para demostrar que pesa en «oro»
El gol de Fito fue un pellizco más al orgullo anaranjado y si acaso venganza para quienes desde las gradas del sector más civilizado lanzaban insultos racistas para los colombianos de los blancos por su color de piel.
Al final los pupilos del profesor Agustín Castillo siguieron ejecutando a buen ritmo las notas del violín en ansias de reanimar el carnaval, pero Yimmy Cuellar, como guardián incorruptible, no les permitió la entrada. El carnaval fue blanco.