Alcanzar el desarrollo sostenible es la meta más grande que tenemos como humanidad en el siglo XXI buscando el progreso con múltiples metas para la integración e inclusión de todos los grupos sociales, incluidas las minorías; trabajando por alcanzar metas en común, como el desarrollo territorial; pensando y priorizando la sociedad y el medioambiente, pensando en sus ecosistemas, en la biodiversidad y en los recursos naturales que poseen para tener un equilibrio en sus redes tróficas, y es que la salud de los ecosistemas está ampliamente relacionada con la salud de la población aledaña. Esto suena lógico, ya que las personas se alimentan, beben e interactúan con la microbiota que las rodea de una y otra forma. Por lo que invertir en conservación y salud ambiental es invertir en la salud de la sociedad.
Los países más desarrollados tienen un factor en común: su alta apuesta por la ciencia y la tecnología, invirtiendo una buena parte de su PIB en el desarrollo de nuevas tecnologías y de patentes. Inversión que no genera resultados de la noche a la mañana y que se necesita de tiempo y de buena gestión para que el país coseche resultados tecnológicos que beneficien a la población.
Así mismo, se rescata que la inversión en innovación en ciencia y tecnología está apoyada fuertemente por una gran alianza en la que intervienen tres gremios de gran relevancia, que son los principales impulsores de la innovación: la empresa privada, el Gobierno y las universidades. Cada uno funciona como un pilar fundamental; tienen su papel ya sea creando y apoyando políticas públicas que apuesten por el desarrollo y la tecnología, creando y proponiendo dinámicas económicas que potencien la economía; así como, capacitando, tecnificando y desarrollando a la sociedad para la creación de nuevas propuestas útiles a su economía y sociedad.
Los países con poca apuesta por la ciencia se destacan porque la poca producción que esta hace tiene muy poco impacto en la sociedad, por lo que también se debe reajustar el sistema para que la inversión sea eficiente y produzca resultados beneficiosos. Este cambio en el sistema incluye un necesario traslado generacional, abriendo las puertas a una generación que estadísticamente está mejor preparada; igualmente, las políticas públicas deben apostar por dar mejores condiciones a los investigadores y desarrolladores de patentes para evitar la fuga de cerebros que afecta directamente al desarrollo nacional.
El desarrollo del país debe enfocarse en grandes tópicos que urgen en la región; como la agricultura, proponiendo alternativas a los sistemas de monocultivo, apostando por metodologías para el manejo del recurso hídrico, apostar por la conservación de la biodiversidad —sobre todo porque nuestro país es altamente dependiente de nuestra naturaleza— y buscando tecnologías y herramientas que minimicen los impactos ambientales y la contaminación en todas sus variantes que impactan directamente a todos los ecosistemas del país, ya sea degradándolos, reduciéndolos o provocando grandes patrones extractivos que repercuten en todo el sistema económico, social, de salud y ambiental.
Cultivar la ciencia, la tecnología, la educación ambiental y el pensamiento crítico debe ser parte de la cultura inculcándolas a la población desde etapas tempranas para naturalizar la innovación e integrar las nuevas tecnologías con la finalidad de dar resultados efectivos. También se propone reactivar esa alianza entre la academia, el Gobierno y la empresa privada para que en conjunto se puedan producir resultados que generen impactos efectivos en nuestra economía y desarrollo de forma integral y sustentable con el medioambiente.