La semana anterior El Salvador fue noticia mundial en positivo no solo por su eficiente campaña de vacunación de la población, sino porque tres centros penales fueron cerrados de manera definitiva. Las cárceles ubicadas en las ciudades de Sonsonate, Metapán y La Unión se suman al penal que se encontraba en Chalatenango para ser el cuarto recinto penitenciario que se cierra en El Salvador en la administración del Gobierno del presidente Nayib Bukele.
He tenido la oportunidad de conocer todos los centros penales de El Salvador para estudiar, investigar y desarrollar una criminología aplicada directa, y he sido testigo del sistema penitenciario desde la década de los años noventa. Estos cuatro centros penales cerrados de manera definitiva representaban la mala y la ausencia de planificación de los recintos para personas que cometían delitos desde el siglo XIX, y fueron protagonistas de graves hacinamientos, violaciones a derechos constitucionales y humanos para los internos pero, también, testigos de fugas. Además de ser construcciones diseñadas para ser todo menos un centro penal. Limitaban en la actualidad con alcaldías, viviendas, negocios, comunidades en plenos centros históricos y el de La Unión, en la ciudad. Muchos adultos nacieron, crecieron y murieron viendo como normal y natural tener cárceles en su diario vivir. Se convirtieron en puntos de referencia a lo salvadoreño para ubicar y orientar a las personas.
Con la llegada del Gobierno, en junio 2019, y de la nueva administración y dirección de Centros Penales se bloquearon las telecomunicaciones y comunicaciones en todos los centros penales de manera efectiva, permanente y real, por lo que en estas ciudades el bloqueo de señal afectaba a los ciudadanos para su comunicación familiar, para hacer negocios, para promover sus productos y servicios, para tener interacción con sus amigos. Ahora todas estas familias que habitan y trabajan en los alrededores pueden disfrutar de una tranquilidad y salud mental y también pueden comunicarse y hacer negocios.
Los beneficios no solo han sido para la población, serán también para los adolescentes y los jóvenes y, porque no, para los adultos que ahora contarán con educación, arte, cultura e institutos de formación digital. El Gobierno de la república les cambia las prisiones por educación y formación de oportunidades.
Los privados de libertad también han sido beneficiados, en mi opinión, han sido trasladados a las nuevas instalaciones construidas en la actual administración en el penal La Esperanza, y que se apertura la fase II con su primer módulo, por lo que pasan de instalaciones inapropiadas con hacinamiento y sin condiciones para su tratamiento, a otras con estándares internacionales, modernas, donde existen condiciones para formarse en hábitos de trabajo, educación, readaptarlos y prepararles para su reinserción a la sociedad para todo aquel que tome la decisión de cambiar, y respetar el sistema penitenciario actual de orden, control, disciplina y oportunidad.
El hacinamiento carcelario ha disminuido en todo el sistema penitenciario salvadoreño en los últimos 22 meses. Sin lugar a dudas, son buenas noticias para El Salvador, es mi oración y aspiración que como Estado salvadoreño le apostemos a la prevención y no a seguir construyendo cárceles.