Según el infalible principio de Murphy, todo lo que va mal tiende por inercia a ir peor. Por ejemplo, para cubrir una primera mentira tendrás que volver a mentir una y otra vez hasta el punto en que tú mismo olvidarás cuál es la verdad, y entonces empezarás a vivir precariamente en la irrealidad.
El problema es que la función siempre se acaba, la luz se enciende, el principio de realidad prevalece y queda muy clara la diferencia entre la farsa teatralizada y la vida verdadera. El problema es que al final toda máscara se cae.
Si proclamas que tu causa es la defensa de la democracia y de la libertad, ¿por qué proteges dictaduras e impones tu voluntad a otros incluso o casi siempre por la fuerza, o por lo menos por la amenaza de la fuerza?
En Irak el tema fue el de las muy famosas pero totalmente inexistentes armas químicas, y ahí quedó claro que tu verdadero motivo era el petróleo, la codicia. Ese era también el verdadero motivo de los bombardeos en Libia, Somalia, Siria, Yemen, entre otros países.
Recientemente, la humillante derrota en Afganistán a manos de unos campesinos muy primitivos, los talibanes, te obligó a reconocer de manera pública: «No estábamos ahí para fundar o proteger una democracia, sino solo para defender nuestros propios intereses».
Insististe hasta la saciedad en que Venezuela era una dictadura presidida por un cartel narcotraficante denominado Los Soles, pero hoy, enredado en el efecto búmeran de tus sanciones y bloqueos, tocas la puerta de esos mismos narcos y les propones muy amablemente hacer negocios conjuntos.
¿Y entonces por qué no hacer negocios con el cartel de Sinaloa?
Sí, las cosas empezaron mal y van a peor: ganaste por muy escasos votos y casi de inmediato tu aceptación popular se derrumbó hasta mínimos históricos. Le seguiste dando a la maquinita de imprimir dólares, el déficit fiscal se te descontroló, se te vino encima la hiperinflación y, para salir del atascadero, no se te ocurre otra cosa que, en plena crisis, ponerte a tocar tambores de guerra.
En serio, Joe, parece que crees que el verdadero dilema está entre tener doble moral o no tener ninguna, parece que ignoras con plenitud el pensamiento y el temple de los padres fundadores. En serio, Joe, ¿te interesa más tu imposible reelección que tu nación?
En todo caso, los problemas generados por tu mala cabeza son muy tuyos y de tus cómplices más perdidos que los bancos centrales en el día de los inocentes. Nosotros ya elegimos nuestra propia ruta, que por cierto nada tiene que ver con tus infundados desvaríos.
La máscara que cubría la codicia y la ineficiencia de las falsas democracia se ha caído. La hipocresía ha quedado al desnudo.