Con un poco más de 2,000 años de existencia, la Iglesia católica es, sin duda, la mayor organización de masas en la historia mundial. A principios de los años sesenta del siglo pasado, Angelo Giuseppe Roncalli, Juan XXIII o el Papa Bueno comenzó a perfilar la opción preferencial por los pobres como la base de la doctrina social de la Iglesia.
De esa doctrina surgió el socialcristianismo y la democracia cristiana, una corriente política internacional muy vigorosa que, en poco tiempo, llegó al poder en varios países.
En El Salvador, el Partido Demócrata Cristiano (PDC) creció rápidamente y, como cabeza de una alianza antioligárquica con la socialdemocracia y con los comunistas, denominada Unión Nacional Opositora, ganó dos elecciones presidenciales, 1972-1977, pero fue víctima de fraudes perpetrados por el régimen militar de entonces.
Sin embargo, a principios de los años ochenta, el PDC se movió hacia la centroderecha, pactó con los militares y, en 1984, en plena guerra civil, derrotó a la derecha oligárquica, llegó al poder y se puso al servicio de la política contrainsurgente del Gobierno de Estados Unidos.
En consecuencia, fue adversado tanto por la izquierda, alzada en armas, como por la derecha oligárquica. Uno de los cerebros y de los mayores financistas del sector más radical de esa derecha extrema era Enrique Altamirano, propietario de «El Diario de Hoy» y principal némesis del PDC.
En 1989 los demócratas cristianos perdieron el poder ante esa derecha oligárquica. La derrota provocó un conflicto irresoluble entre los líderes históricos del PDC y, como siempre que los generales de un mismo bando se pelean entre ellos, los cabos y los sargentos quedan al mando de la tropa en desgracia.
En esas condiciones, el PDC se fue deteriorando de manera incesante hasta llegar a convertirse en un partido en venta, que efectivamente fue comprado por el mismísimo Enrique Altamirano, quien puso al frente de aquel cascarón partidario a su principal operador político: el ahora prófugo Rodolfo Párker Soto.
Como era previsible, Párker Soto puso al PDC al servicio del gran capital oligárquico y lo condujo al extremo de la ignominia y la corrupción. El pueblo salvadoreño le pasó la factura por esa traición y Párker no fue reelegido ni como diputado ni como secretario general del partido.
Hoy, con una nueva dirigencia, parece haber roto de modo definitivo la vinculación ignominiosa con Altamirano-Párker. El PDC se propone resurgir de sus cenizas. En realidad, no sé si eso sea posible.
Lo que sí es seguro es que todos aquellos que se comprometen con la opción preferencial por los pobres, pero terminan arrodillándose y sirviendo a los oligarcas, fracasarán inevitablemente y serán aborrecidos por el pueblo.
Si fueran un poco menos soberbios o un poco más dignos, o simplemente decentes, los actuales dirigentes de la UCA, así como otros conocidos dignatarios religiosos, deberían tomar ejemplo de esta historia so pena de sufrir el mismo destino.
La lección es muy sencilla: se puede engañar a algunos por un tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.