Hacia 1967, tres años después de su famosa fuga de la cárcel y de las garras de la CIA, Roque Dalton había terminado por acomodarse y encontrarle el gusto a Praga.
Según cuenta en su novela «Pobrecito poeta que era yo», en aquella ciudad todo le parecía una eterna primavera con poemas y melocotones, cerveza a cántaros, caviar, elevada hermenéutica marxista y suculentas muchachas rubias que nunca decían no a los requerimientos del amor.
Había engordado un poco, y según anota: «Tengo una flotilla de autos y choferes al alcance del teléfono; viajes continuos a Francia, Austria, Cuba y Suecia; una amiga estable y algunas aventurillas de vez en cuando con las estudiantes que cantan a coro en las cervecerías».
Trabajaba a la vez en cuatro libros de poemas, una novela y una biografía del dirigente comunista salvadoreño Miguel Mármol. Sin embargo, a esas alturas ya no podía más con su imagen de palabrero genial y cervecero, «eterno fugado de la cárcel».
Dos de sus mejores amigos pasan por Praga para despedirse: el poeta guatemalteco Otto René Castillo y el filósofo francés Regis Debray. El primero regresa a su país para integrarse a la guerrilla. El segundo tomará las armas «en algún lugar de América Latina».
Por esas mismas fechas recibe una tremenda golpiza callejera en circunstancias nunca esclarecidas. El mismo sugirió que pudo ser un pase de factura de la CIA, pero hay otras versiones. En un texto titulado Noticia de Roque, el escritor español José Agustín Goytisolo se refiere a ese incidente.
«A las orillas del río del Moldava, me hablaron del extraño y prodigioso salvadoreño que vivió en la calle Thakurova, que había recibido una gran paliza. Corrían rumores contradictorios: los que le pegaron pertenecían a una facción prochina; no, fue una clara represión de un grupo ortodoxo ante licencias desviacionistas y procaces de Roque; no, el asunto fue un simple incidente nocturno entre aficionados a la cerveza, o una cuestión entre un cornudo contra un poeta lírico molestón».
Además, Dalton carecía de comunicación oficial sobre los movimientos y planes de su propio partido comunista, y eso le molestaba. Ya había experimentado antes una situación semejante en La Habana, pero ahora la situación era intolerable. De todos modos se mantenía informado a medias gracias a contactos informales con los camaradas que pasaban por Praga en sus viajes a Moscú.
Así supo que, luego de la disolución del FUAR, un espectral experimento guerrillero de Schafik Hándal, en el partido comunista se confrontaron dos tesis: o lucha armada o vía pacífica en forma de lucha electoral. Triunfó la segunda tesis, elaborada y promovida por Schafik Hándal, y apoyada por la mayoría en el comité central.
También supo que, en aparente contradicción, ya a mediados de 1965, el partido conformó una comisión militar. Paradójicamente, para la jefatura de ese organismo se eligió a Schafik, que ya no estaba interesado en ninguna estrategia que no fuera pacífica y legal.
Un pequeño sector del comité central, considerando que los intentos por replicar el modelo guerrillero cubano habían fracasado, como en Nicaragua y Guatemala, elaboró una alternativa insurreccional para El Salvador. Dalton, aunque defendía el modelo guerrillero cubano, apreciaba ese esfuerzo, siquiera porque no se plegaba a la línea pacífica.