¿Por qué decía monseñor Romero que la justicia en El Salvador es una serpiente que solo pica el pie del descalzo?
¿Por qué el pueblo salvadoreño repite una y otra vez que el pobre que roba una gallina va irremisiblemente preso, y que el rico que roba millones nunca es condenado?
¿Por qué todos los informes anuales de derechos humanos del Departamento de Estado de Estados Unidos afirman que el sistema judicial salvadoreño es ineficiente y corrupto?
¿Por qué el exfiscal Douglas Meléndez aseguraba públicamente que una de las mayores estructuras delictivas de El Salvador estaba constituida por una red de abogados, fiscales y jueces?
¿Por qué la Corte Suprema de Justicia, la Sala de lo Constitucional y la Fiscalía General de la República se convirtieron en los centros impunes de la prevaricación y en las tapaderas de la corrupción?
¿Por qué ARENA y el FMLN, al negociar el fin de la guerra civil, se pusieron de acuerdo en privilegiar con el 6 % del presupuesto nacional al sistema judicial y a la vez en repartírselo por cuotas entre ambos?
En realidad, ese acuerdo fue la base y la garantía de la impunidad en el sistema bipartidista que agravió a nuestro país durante los 30 años de infamia.
Lo que ambos partidos sabían es que el sistema profundamente corrupto que habían engendrado no podía implantarse y consolidarse sin un sistema legal corrupto.
Eso explica por qué nuestro país, durante esos 30 años, pasó del estancamiento a un proceso de retroceso continuo. Eso explica por qué la inmensa mayoría de los salvadoreños llegó a repudiar tanto a esos dos partidos, sus aliados y sus financistas. Eso explica por qué el pueblo le dio a Nuevas Ideas la mayoría calificada en la Asamblea legislativa.
Una noche de 1994, en una recepción ofrecida por cancillería, discutía con Schafik Hándal padre sobre algunos aspectos espinosos de la guerra civil. Junto a él estaba José Luis Merino, quien en un momento de la conversación dijo lo siguiente:
«Todo eso de enmontañarse y andar tirando balazos es pura novelería de aventureros como Joaquín Villalobos. Si de verdad quieres hacer una revolución, el camino es más sencillo: métele unos 300 abogados al sistema y ya solo con eso le das vuelta».
Schafik se rio a carcajadas al oír esa ocurrencia, pero luego se puso muy serio, y con cara de circunstancias y bajando un poco la voz me dijo: «Esa es una de las grandes lecciones que la izquierda ha tenido que aprender de la derecha».
Más claro ni el agua. La buena noticia para los salvadoreños es que, por fin, ayer nuestra nueva Asamblea Legislativa con mayoría cian le dio un golpe mortal a la corrupción de los jueces.