Desconcertado ante un imprevisto cambio radical de las reglas del juego en lo que siempre fue su patio trasero, el poder imperial decide poner sus cartas abiertas sobre la mesa.
No investigar a quien protagonizó el gran fraude de la banca, instaló el mecanismo corrupto de los sobresueldos, se agenció para sí mismo fondos de la partida secreta, le quitó los impuestos a sus amigos del gran capital al tiempo que impuso nuevos impuestos al pueblo.
Sacar ilegalmente de la cárcel a un delincuente confeso que, en nombre de ARENA y de sus financistas, pactó con las pandillas criminales sangre ciudadana y maletines negros a cambio de votos.
No investigar a un ex fiscal general corrupto que, lejos de proteger los intereses del Estado salvadoreño, operaba como un empleado de «la embajada», y a la vez comprometerse a no reelegir al único fiscal general al que no le ha temblado la mano para investigar y procesar a los poderosos involucrados en la corrupción.
No continuar develando el gran mecanismo de la corrupción de los sobresueldos ni encarcelar a quienes se lucraron a manos llenas con esos fondos públicos.
Pero, además, reinstalar a la anterior Sala de lo Constitucional prevaricadora y subalterna de las cúpulas del bipartidismo y del poder económico, así como al fiscal general anterior arenero y venal como el que más.
¡Y quién puede decirle que no a «la embajada», quién antes, en toda la historia nacional, se atrevió a no cumplirle una solicitud tan amable y democrática a los buenos amigos del norte?
Se supone que cuando un poder imperial te hace una propuesta no tienes más alternativa que aceptarla, por más indecente que sea, porque, de lo contrario, lo que se instala en tu futuro inmediato es un golpe de Estado.
A menos que seas un presidente que cuenta con el 97 % del respaldo popular, el mejor evaluado del mundo y cuya gestión el mismo Fondo Monetario Internacional califica de eficiente y transparente.
A menos que seas un presidente que haya sacado al país del top 10 de los países más violentos del mundo y haya reducido los homicidios en un 80 %; un presidente que haya logrado cifras récord en inversión social, exportaciones, inversión extranjera y crecimiento económico sin precedente.
A menos que seas un presidente que haya colocado el concepto «patria» en el largo plazo de su vida y que haya demostrado estar siempre e inequívocamente del lado del pueblo. El único muro totalmente infranqueable aún para el poder imperial es la decencia.
Un no al imperio solo es posible cuando todo un pueblo cohesionado marcha en una misma dirección con la guía de un líder sabio y valiente.
El Salvador ha cambiado. Nuestra mano está tendida a todos los países del mundo y solo ponemos una condición: que se respete nuestro irrestricto derecho a la libertad, la independencia y la soberanía. Ese derecho nos lo hemos ganado con mucho sacrificio y ya es irrenunciable.
A cualquier otro que no lo entienda también tendremos que decirle no y simplemente dejarlo en visto.