Doña Olivia se levanta cada día a las 3 de la madruga[1]da. Prepara detalladamente los artículos, insumos y alimentos que llevará al mercado para vender en su modesto comedor, que ha sido el principal proveedor de ingresos para toda su familia.
Con una sonrisa en los labios, su hermoso cabello platinado, pintado por los años y recogido con una peineta, ella espera cada mañana a sus comensales para ofrecerles un café con leche, un chocolate caliente y las más exquisitas quesadillas de tuza, los salpores de arroz o las más ricas tostaditas con dulce de panela. Entre risas, consejos y atenciones para sus clientes se le escapa el día, con la esperanza y la fe puestas en que el día siguiente será todavía mejor.
Como doña Olivia, en nuestro querido El Salvador hay miles de adultas mayores que siguen siendo productivas, que contribuyen a generar ingresos para el sustento de sus familias, que desarrollan día a día tareas hogareñas para el bienestar de sus seres queridos y que siempre estarán dispuestas a brindar su inmenso amor incondicional, su cariño y también sus regaños cuando la situación lo amerite.
«Daría todo lo que tengo por tener conmigo a mi madre», «cómo extraño los consejos y las caricias que me daba mi abuelita», «si tan solo pudiera volver a escuchar su voz, sus jocosas carcajadas, y recibir las bendiciones de mi mami», «como extraño la comida sabrosa que hacía mi abuela» son algunas de las expresiones que a menudo escuchamos de familiares, amistades u otras personas que forman parte de nuestro entorno cotidiano y que en este Día de las Madres no podrán contar físicamente con esos seres sagrados que les dieron la vida.
Quienes tienen la enorme dicha de tener con vida a sus madres, abuelas o bisabuelas deben saber que son personas privilegiadas y que deben rendirles un homenaje no solo el 10 de mayo, sino cada uno de los 365 días del año, pues a la par de una hija o de un hijo exitoso hay una madre que lo forjó, educó y orientó para que tuviera un venturoso futuro.
El amor y la dedicación de una madre alimenta la autoestima, enriquece el alma, moldea personalidades y nos llena de seguridades. Las caricias de las manos de una madre son la mejor medicina para cualquier enfermedad. Son el combustible que llena el alma y alimenta el espíritu. Como decía el poeta Alfredo Espino, «las manos maternales aquí en mi pecho son como dos alas quietas sobre mi corazón.
Las manos de mi madre saben borrar tristezas, las manos de mi madre perfuman con terneza». En este 10 de mayo, colmemos de alegría el corazón de nuestras madres, abuelas, tías y de aquellos familiares que han estado con nosotros cuando más los hemos necesitado.
En esta fecha especial, hagámosles saber que estamos profundamente agradecidos por cuidarnos, por brindarnos amor, por ayudarnos a crecer física y espiritualmente, por enrumbarnos cuando nos apartábamos del camino, pero sobre todo digámosles en este día lo mucho que les queremos y admiramos. ¡Feliz Día de las Madres