Son más de 300. Y son cerca de $300 millones los que las organizaciones no gubernamentales constituidas en el país recibieron del dinero de cada salvadoreño.
Algunas han cumplido con su labor altruista, sin fines de lucro, para lo que fueron creadas. Otras, en cambio, no solo se desentendieron de esa premisa, sino que deliberadamente fueron parte del mecanismo corrupto que drenó las finanzas de El Salvador y desvió mucho dinero a las cuentas personales de sus creadores o de sus partidos políticos.
Y, como todo mecanismo, fue diseñado por personas. Expertos en el arte del desfalco. Hubo desde exdiputados, exministros y exguerrilleros hasta supuestos prominentes hombres y mujeres de negocios. Todos solo de fachada.
El día de hoy comparecerán —llegan citados, no invitados— ante la comisión especial de la Asamblea Legislativa salvadoreña, que investiga el paradero de tantos millones aprobados por anteriores legislaturas, dos exdirigentes de una de las agrupaciones, que después de sumir al país en muerte y miseria, pasaron a similares labores, pero ya no escondidos en trincheras de las montañas ni sumidos en acciones rastreras de comandos urbanos, sino tras investiduras de funcionarios estatales.
Jorge Schafik Hándal, miembro de las nada gloriosas Fuerzas Armadas de Liberación e hijo del líder comunista fallecido de similar nombre, y Eugenio Chicas, comandante de lo que fue la Resistencia Nacional, —otro intento vano de organización violenta—, personaje formado por la otrora inteligencia cubana y espía del fenecido régimen castrista, infiltrado en las filas de sus excamaradas locales, pero más conocido por un sonado caso de pederastia, van a responder a las preguntas que les hagamos los diputados de la bancada cian.
Se espera que bajo el juramento que hagan respondan con la verdad, no que la evadan. Esa verdad que está destinada a dar con el paradero del dinero que nunca fue a educación, mucho menos a salud o para la seguridad de los salvadoreños.
Al igual que Carmen Elena, hermana del expresidente Calderón Sol y exalcaldesa de Santa Ana, y que su compañera Lorena Peña, expresidenta de una pasada comisión de hacienda, quienes llegaron a responder interrogantes que han servido a expertos penalistas para preparar casos a presentar a la Fiscalía General, los señores que empuñaron pistolas y luego pasaron a idear ONG o distintos negocios para el Gobierno chavista van a ser recibidos en una sala del segundo piso del edificio del congreso, ahora de la mayoría de los salvadoreños, a partir de las 9 de la mañana, para que den cuentas de las acciones que llevaron a cabo con sus manos sobre tanto pisto de nuestro país, uno que hoy demanda la contraloría eficaz que jamás existió en la fatal gobernanza de los hacedores de guerra.
Porque hay que decirlo como fue. Las instituciones bélicas también aprendieron a financiarse desde los setenta, a base de contrabando, narcotráfico, prostitución, asalto a bancos, secuestros y otras maneras, como de grupos «gansteriles» de la ultraderecha.
Si no, ¿cómo creen que conseguían dinero para todas esas balas y pistolas que reventaron nuestra tierra hasta hace poco?