Acostado en una hamaca a la sombra del jardín y jugando con los tataranietos. Así pasan los días de Alberto Mejía, de 106 años, quien hasta hace tres años, cuando se sentía aburrido, salía a caminar apoyado de un bordón, a escondidas de la familia, pero reconoce que ya la vista no le ayuda y entiende que lo mejor es quedarse en casa.
Alberto es uno de los tres habitantes más longevos que residen en la colonia Milagro de la Paz, en San Miguel. Junto con su esposa, quien falleció a los 78 años, procrearon 12 hijos, de los cuales sobreviven siete, y una descendencia de 15 nietos, 10 bisnietos y seis tataranietos.
Manifiesta que sus únicos achaques son la pérdida gradual de la vista y la audición, así como la presión alta.
Un equipo del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) lo visita cada mes para cuidar de su salud, y recientemente el personal de vacunación extramural en la unidad de salud de la colonia Milagro de la Paz lo visitó para aplicar su dosis anual de vacuna contra la influenza.
«Estoy contento con la vida, recibo mi pensión y el presidente [Nayib Bukele] es buenísimo con la gente pobre. Me dieron mi medicina y hace poco me vacunaron. Estoy bien galán. Yo quisiera conocerlo [en persona], pero ya lo conozco en la tele», comenta el hombre.
Cuenta que por 35 años formó parte del equipo de la ex Dirección de Urbanismo y Arquitectura (DUA). «Todo el mundo salvadoreño me lo anduve, también trabajé en tejeras y de todo trabajo en el campo. A leer y a escribir no aprendí, porque mi papá murió cuando yo tenía días de nacido y mi mamá ya no pudo», expresó.
A Alberto lo cuida su bisnieta Évelyn Berríos, quien confirma la edad de su bisabuelo.
«En el DUI aparece como fecha de nacimiento el 12 de mayo de 1920, pero una tía contaba que a él lo fueron asentar cuando tenía tres años; o sea, nació en 1917», explica la bisnieta.
«Él es tranquilo, pero cuando algo no le gusta se enoja. Si uno no los hace como él dice, se enoja, pero solo pasa acostado, comiendo. Antes era un poquito peleonero y desconfiado, él anda su dinero, lo cuenta todos los días para ver si lo anda completo. Cuando habla del pasado se pone a llorar como si tuviera algún resentimiento», expresó Évelyn.
A pesar del carácter fuerte de su bisabuelo, para ella y sus hijos es como un padre. «Mis hijos no tuvieron el cariño de papá y él se lo dio, más con el pequeño».
Alberto agradece los cuidados de Évelyn y dice que está satisfecho con la vida que ha llevado; asimismo, manifiesta que actualmente la gente se muere rápido porque come mucha comida rápida y no se ejercita.