Si se toma el tiempo para analizar a las personas que conoce, es probable que encuentre una buena cantidad viviendo en un ambiente de derrota, desesperación y desánimo. Piense en las personas que viven en un estado de desocupación o que han tenido negocios fracasados, o las que viven en un ambiente de inseguridad física, las que sufren relaciones familiares tergiversadas y en aquellos que ante las limitaciones lo único que esperan es sobrevivir sin una esperanza real en un cambio positivo e integral.
Qué difícil es vivir cualquier proceso cuando no se sabe cuál es el fin u objeto de este o vivir en un estado incómodo del cual no se sabe cómo salir o, peor aún, saber cómo pero no tener un porqué para motivar el esfuerzo y los compromisos necesarios para avanzar al estado deseado. ¿Conoce a alguien en esa situación?
Uno de los factores que han influido a que esta situación se vuelva común y repetitiva es la falta de personas con influencia que puedan dirigir a través de su ejemplo, personas que estén en la búsqueda constante de superación persiguiendo un propósito trascendental diciendo «yo sigo cambiando, siempre se puede mejorar». Necesitamos ser y desarrollar personas que inspiren a otros a salir de la zona de comodidad o de desesperanza con su propia historia de vida o que desafíen a construir en conjunto un futuro alentador, siendo innovadores en su forma de pensar, que puedan decir «yo puedo anticiparme al cambio».
El rey Salomón escribió en Proverbios: «Sin dirigentes sabios, la nación está en problemas».
Necesitamos ser sabios para dirigir. Si queremos plantear y soñar un futuro mejor para nosotros mismos y nuestra sociedad, debemos comprender que el futuro ya ha comenzado y debemos estar listos para adaptarnos y crear las condiciones para aprovechar el cambio.
Debemos desarrollarnos como líderes integrales y balanceados, es decir, siendo exitosos en las relaciones familiares, en nuestro desempeño laboral, en las finanzas personales, en las relaciones con nuestros amigos y compañeros, en el cuidado de nuestro cuerpo, la administración del tiempo y en nuestra relación personal con Dios. ¿Ha considerado cómo se encuentra en cada una de dichas áreas? ¿Cómo puede aportar a la vida de las personas que le rodean para que mejoren en esos mismos espacios?
En nuestros países y organizaciones debemos considerar factores importantes que van más allá del crecimiento económico. Las estrategias de fijación de precios, desarrollo de productos con bajo costo, optimización de procesos y planes de penetración al mercado son muy importantes, pero ninguna de ellas es tan importante como el desarrollo de las personas que componen nuestro entorno.
Cambiar estrategias corporativas relacionadas con procesos, costos y productos es el equivalente a invertir en buenos acabados, y un cambio en las mismas es como invertir en una buena remodelación, pero en ambos casos todo terminará por derrumbarse si no se ha invertido primero en los refuerzos y cimientos. Así es la inversión en el desarrollo de las personas de nuestras organizaciones, tal vez no se percibe a la vista su aporte a la estrategia, pero se hace notar cuando surgen los cambios.
Desarrollar a las personas para que alcancen su máximo potencial es invertir en los cimientos para edificar organizaciones efectivas. ¿Qué hace usted para desarrollar a las personas sobre las cuales tiene influencia?