En el Hospital San Juan de Dios de Costa Rica, Edgar Chacón cruzaba los dedos para que su cuadro de la COVID-19 no se agravara. Si tenía que pasar a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), probablemente no habría espacio para él.
En las últimas dos semanas, esta nación centroamericana, una de las primeras en la región en empezar a vacunar contra la pandemia y puesta como ejemplo en el control de la enfermedad, sufre un revés parecido al de Chile y Uruguay: un disparo en los casos.
Inclusive se convirtió en la cuarta de América con más contagios por cada 100,000 habitantes en el acumulado de las últimas dos semanas, detrás de Uruguay, Argentina y Guyana Francesa, según datos recopilados por AFP.
A ello se suma una cifra creciente de fallecidos, donde no solo destacan adultos mayores sino también una población que va de los 35 a 60 años. Ante ello, el gobierno ha decidido suspender clases escolares por dos meses y restringir la circulación ciudadana para contener el avance de la pandemia.
«Tuvimos la dicha de tener acceso a una cama, pero cuando salimos, había gente muy complicada esperando afuera por atención. Y uno sabe lo que están sintiendo y es duro. Hubo un par de días de los que no me acuerdo, solamente que amanecí amarrado», detalla Chacón, de 59 años.
Tanto él como su esposa, Guiselle Mata, superaron la hospitalización y la enfermedad sin entrar a la UCI, un viaje sin retorno para muchos pacientes con coronavirus.
En Costa Rica casi 4,000 personas han muerto desde que comenzó la pandemia, 380 en los últimos 15 días. Si bien las cifras no son tan impactantes en comparación a otros países, en una nación de cinco millones de habitantes cada muerte llega a las noticias con rostro, nombre y apellido.