En una verdadera democracia se escucha y se respeta la voz del pueblo. Es él quien manifiesta su aprobación o desaprobación acerca de algo.
Por décadas, la voz del pueblo salvadoreño fue ignorada por políticos mafiosos que solo escucharon la voz de sus patrones, pues se lisonjeaban con ellos para conseguir beneficios propios y para sus amigos.
La que siempre llamaron la casa del pueblo, la Asamblea Legislativa, hizo oídos sordos a las necesidades y los problemas de la gran mayoría de los salvadoreños; contrario a esto, impusieron leyes y decretos que siempre tuvieron como fin favorecer a los poderosos y comer de las migajas que les lanzaban en recompensa.
El país se debatía entre rojos y tricolores, quienes se repartían los despojos del pueblo. No había alternativa, no había esperanza. En esto cayeron algunos representantes de sindicatos y organizaciones, quienes fueron seducidos por el olor del dinero proveniente de los maletines de los cortesanos emisarios que rodearon las sillas presidenciales de ARENA y el FMLN.
Los gobiernos de estos partidos sacaron provecho hasta de la sangre de nuestras familias, teniendo el visto bueno y el financiamiento de naciones y organismos que se autodenominan democráticos.
Por primera vez en la historia salvadoreña, el pueblo pegó un mazazo con su decisión al dar una contundente victoria al joven candidato presidencial Nayib Bukele. Le entregó las riendas de una nación sediente de justicia, de seguridad y de oportunidades.
Los ataques bestiales de la reducida oposición hacia cada una de las acciones del presidente Bukele en favor de los salvadoreños solo demuestran que siempre odiaron al pueblo. Como suricatas que salen de sus guaridas saltaron en contra del Plan Control Territorial, lucharon por desfinanciarlo, y activaron a sus «angelitos» armados para desestabilizar al Gobierno elegido por los salvadoreños.
No felices con lo orquestado, lanzaron como fieras a los escribientes que asesinan con las palabras, con falsedades disfrazadas de investigaciones, y que al final terminaron por ser palabreros y mensajeros de las organizaciones terroristas. Ahora, ante el rotundo éxito del régimen de excepción que ha sometido a estos grupos criminales protegidos por jueces, periodistas, ONG, ARENA y el FMLN, han salido como jauría contra esta medida. Nuevamente, muestran el lado en el que siempre estuvieron: el de la oscuridad y la maldad. La sangre de cada salvadoreño asesinado también está sobre sus cabezas.
Trataron de tergiversar todo, incluso ante la comunidad internacional, pero la Semana Santa dejó en evidencia a quiénes se les ha aplicado el régimen de excepción: a los criminales. Los salvadoreños recuperaron sus derechos y libertades, las cuales habían sido coartadas por las pandillas y sus defensores, y disfrutaron masivamente de sus vacaciones. Por cierto, las más seguras en la historia.
El régimen de excepción es en favor de los más de 6 millones de salvadoreños que día a día luchan por sus familias, que trabajan arduamente por la salud, la educación y la alimentación de sus grupos familiares.
Es aberrante la oposición de organizaciones nacionales y extranjeras, periodistas, jueces y políticos, quienes salen en defensa de los criminales a decir que se les violan sus derechos, cuando lo que está sucediendo es que están siendo sometidos a la justicia por todo el daño que han causado, del que fueron cómplices.
La última encuesta de Cid Gallup nos vuelve a revelar lo que el pueblo piensa y quiere. De cada 10 salvadoreños, nueve aprueban y aplauden el régimen de excepción. Por si esto es poco, los industriales le dieron su respaldo ante los resultados que han sido beneficiosos para sus empresas.