No soy periodista ni oficial de policía, solo soy un escritor. Por tanto, no sé de métodos investigativos para averiguar y demostrar que lo que en este artículo expongo sea una irrefutable verdad. Sin embargo, es innegable el hecho de que, de forma persistente, algunos medios de comunicación de no muy buenas credenciales, organizaciones dizque defensoras de los derechos humanos, ciertos curas de cierta universidad, incluso pastores de algunas iglesias abogan, todos, por los derechos de los criminales por sobre los derechos de la gente honrada. Cuando veo eso, no puedo evitar que me entren sospechas de que hay algún motivo escondido para esta acérrima e inexplicable defensa.
Pienso que si se hubiese investigado seriamente a los antes mencionados cada vez que había alzas en los homicidios, algo, quizá, se habría encontrado, pues algunos de estos hasta se han jactado de tener un vínculo muy estrecho con esas estructuras criminales, al punto, incluso, de haberse ido a vivir con ellos o de decir que tales agrupaciones son importantes y necesarias en nuestra sociedad, donde, según sus propias palabras, iba a quedar un inmenso vacío si sus integrantes eran encarcelados.
Además de algunos medios internacionales, hay otras organizaciones (también foráneas) que, como lo hacen las locales, simulan que son defensoras de los derechos humanos y se suman a ese coro de personajes que, según parece, tienen una agenda muy bien definida, la cual consiste en hacer ver mal a los Gobiernos democráticamente electos como el nuestro y atacar, principalmente, su efectivas políticas de combate al crimen; muchas de las cuales, incluso, podrían emularse e implementarse en otros países.
Ante esas deplorables y cínicas acciones cuya finalidad es tanto desprestigiar como desestabilizar y en la que participan organizaciones y medios mercenarios apoyados por antipatriotas internos es normal que surjan las siguientes preguntas: ¿qué beneficios obtienen estos de que prolifere el crimen y, además, de que no se combata? ¿Por qué tanto interés en afectar la lucha frontal contra este? ¿Será, tal vez, que el crimen organizado u otras formas de delincuencia han permeado sus entrañas?
Aquí hay periódicos que tienen una dudosa buena reputación, mientras que otros tienen una comprobada mala reputación, pero tanto unos como otros publican sendos artículos en contra del trabajo que el Gobierno realiza para combatir la delincuencia y hacen, al mismo tiempo, oídos sordos a lo que la población expresa en favor de lo que se está haciendo. Es un manejo malicioso y malintencionado de la información que estos medios acostumbran a hacer, trabajando, por supuesto, en la misma línea de aquellos a quienes he hecho alusión en los párrafos anteriores.
Aunque en la introducción de este artículo no mencioné a la oposición política, principalmente a los partidos ARENA y FMLN, lo cierto es que, si de señalar sospechosos se trata, no hay duda de que son los principales, pues la participación de estos en oscuras negociaciones con la delincuencia está más que comprobada. Incluso hay, por ese delito, miembros de esos partidos detenidos y otros huyendo de la justicia.
El proceder de estos al negociar, a cambio de votos, la vida de miles de salvadoreños fue tan despreciable como criminal en todo el sentido de la palabra. Un comportamiento delictivo que bien ameritaba sus respectivas cancelaciones. Sin embargo, quizá es mejor que la población sea la que tenga el placer de liquidarlos de una vez por todas en febrero y marzo del próximo año.
No puedo descartar ni asegurar lo que aquí digo respecto a las acciones y las oscuras intenciones de quienes he mencionado. Sin embargo, no debemos olvidar lo que dice aquel viejo pero acertado refrán «Cuando el río suena es porque piedras trae».