«Después de 40 años recuperar el cuerpo de mi hermano sería cerrar un ciclo, saber que vamos a poder hacer su voluntad, porque él siempre quería regresar a La Unión cuando muriera», comentó Olga Esperanza Alvarenga Hernández hermana de Raúl Hernández, quien fue raptado y asesinado por grupos armados en Santa Ana, el 6 de marzo de 1980.
Raúl es uno de los dos estudiantes de Medicina, víctimas de la guerra civil, que permanecen sepultados en la plaza Salvador Allende frente a la facultad de Medicina, de la Universidad de El Salvador.
La tarde del lunes 10 de marzo de 1980, dos fosas cavadas frente a la facultad de medicina esperaban los ataúdes de Carlos Mauricio Arias, de 32 años y Raúl Hernández, de 27, ambos estudiantes de medicina, quienes perdieron la vida en Santa Ana, durante el conflicto armado.
También: «Ahora creo más, que está vivo», dice familiar de desaparecido en deslave de Nejapa
Según Olga Hernández, su hermano, quien era dirigente del Frente Universitario de Estudiantes Revolucionarios Salvador Allende (FUERSA) fue asesinado la tarde del 6 de marzo de 1980 por la extinta Policía Nacional. Mientras su amigo Carlos, también integrante de la organización, falleció en un accidente de tránsito ocurrido el 8 de marzo, cuando realizaba algunos trámites para los actos fúnebres de Raúl.
«Mi hermano estudiaba y vivía en San Salvador, pero viajaba a Santa Ana para reunirse con otros jóvenes, la mañana del 6 de marzo la Policía arrestó a mí hermano junto a otras 20 víctimas, quienes se organizaban para el conflicto armado cerca del campus de la UES de Santa Ana. Tras el arresto, los subieron a dos camiones y los llevaron hasta un cafetal ubicado entre el límite de Sonsonate y Santa Ana, donde los asesinaron», explicó Olga.
El cuerpo de Raúl fue encontrado hasta la noche del siguiente día, Olga comenta que tras ser velado durante dos noches en la Facultad de Derecho en el Campus Universitario Central y en la catedral de San Salvador, los restos de su hermano fueron cargados por sus compañeros la tarde del lunes 10 de marzo hasta la plaza Salvador Allende donde finalmente fue sepultado junto a su amigo Carlos, como un acto de homenaje para ambas víctimas.
Tras 39 años, en el 2019 Olga inició un proceso judicial para poder exhumar los restos de su hermano y esparcir sus cenizas, en el lugar conocido como Playita, en La Unión, de donde la familia Hernández son originarios.
La espera de Olga y su familia para lograr recuperar el cuerpo de Raúl tuvo una luz el 10 de enero de este año, cuando el juez del Juzgado Décimo Primero de Paz de San Salvador, autorizó a la Fiscalía General de la República la exhumación de los cuerpos de ambos estudiantes.
El 16 de enero las autoridades iniciaron con las excavaciones en el campus universitario, sin embargo, la cuarentena obligatoria por la pandemia de COVID-19 frenó la búsqueda a mitad de marzo. Por el momento las autoridades y la familia Hernández siguen esperando la reanudación de las exhumaciones.
Además: Tonacatepeque se une para recolectar fondos y cubrir gastos fúnebres de jóvenes asesinados
«Los trabajos de búsqueda están suspendidos por la pandemia. Ahorita no se tiene una fecha definida para seguir trabajando. Antes de suspender estuvimos trabajando un mes en las catacumbas, sin embargo, no se ha encontrado vestigios que los cuerpos puedan estar ahí», explicó el criminalista de la FGR, Israel Ticas, encargado de las excavaciones.
Agregó que ya estaban terminando los trabajos en la última catacumba. «Si no los encontramos en esa catacumba quiere decir que ya los sacaron», apuntó Ticas.
Olga espera que el cuerpo de su hermano sea localizado para poder incinerar y llevar sus cenizas hasta La Unión y cumplir así la promesa hecha a su hermano Raúl y a su madre, quien murió en el 2015 esperando recuperar el cuerpo de su amado hijo.