Fue en 1991 cuando por primera vez se escuchó la palabra «reggaetón» en una de las canciones de un casete titulado «Playero 34». Era la voz de Ramón Luis Ayala, quien luego sería reconocido mundialmente como Daddy Yankee, rapeando en la canción «So persigueme/No te detengas». Así fue bautizado un género que luego, con su disco «Barrio fino», de 2004, despegaría para dominar la industria de la música popular. Yankee terminó de definir este estilo y lo sacó de su estado subterráneo para abrir la puerta al estrellato de otros exponentes, hasta el actual Bad Bunny. La noche del pasado sábado, el rey del género presentó al público, que abarrotó el Estadio Cuscatlán, en San Salvador, parte de esta historia y otras etapas de su exitosa carrera en su concierto de despedida.
Antes, durante y posterior a uno de los espectáculos más esperados del año, el sistema nacional de Protección Civil, del Gobierno de El Salvador, se mantuvo activo para brindar seguridad y orientación a los asistentes. A pesar de tratarse de un evento masivo, pudo notarse mucho orden en el ingreso del público y la tranquilidad de las personas emocionadas por disfrutar del show. Además, por primera vez se realizó una preventa de los estacionamientos, lo cual permitió que los vehículos entraran de manera más rápida y ordenada.
Faltaban 5 minutos para las 10 de la noche, cuando en la imponente pantalla digital del escenario, de 300 metros, apareció la cuenta regresiva para el inicio del espectáculo, a continuación, se proyectó la llegada del avión privado de Yankee para comenzar a presentar una lista canciones envueltas en la parafernalia de las luces, fuego, imágenes y otros modernos efectos visuales al estilo de las mejores estrellas del pop. Así comenzaron a sonar temas de la más reciente producción discográfica que motiva su tour de despedida y que lleva por título: «Legendaddy», entre ellas «Campeón» y «Remix».
Pero las miles de almas amantes del reggaetón en el Cuscatlán empezaron a disfrutar la fiesta y a soltar su energía desde que sonaron éxitos como «Rompe», «Lo que pasó, pasó», «Ella me levantó» y «Mayor que yo», piezas que le dieron protagonismo en las radios en su momento. Luego le siguieron temas más modernos como «Shaky Shaky», «Pasatiempo», «La Santa», hasta llegar a un éxito mundial que grabó junto a su compatriota Luis Fonsi, «Despacito».
La lista de temas era larga, pero la energía del artista y, sobre todo, la de sus bailarines no bajaba de intensidad, tampoco la del público. «De verdad que me gusta venir a cantar a El Salvador por la energía que ustedes tienen», comentó en una de las pausas.
Pero llegó el momento en el que Daddy Yankee compartió el testimonio de cómo logró superar sus orígenes en extrema pobreza para poder crecer como artista hasta convertirse en una estrella mundial. «Yo fui un chamaquito del barrio que vino sin oportunidades, 100 % en pobreza extrema, y, como ven, ahora tengo la oportunidad de compartir con ustedes tantos recuerdos. A todos mis fans, algo que siempre he admirado de todos ustedes es la humildad. Muchas gracias por aterrizarme en cada momento que me dan. Siempre en silencio he dicho: mis fans son los mejores», dijo el rey del reggaetón.
Y precisamente, sobre esa etapa de su vida, se proyecto en la pantalla gigante el humilde edificio de condominios donde comenzó todo desde la tercera planta, junto a DJ Playero. La época en la que Yankee formaba parte de los raperos que grababan los mixtapes de la época, y de cuando el entonces adolescente le dijo a Playero: «apréndete bien mi nombre, porque un día me reconocerán en todo el mundo».
El concierto llegó al final con la canción que abrió la puerta a la industria a uno de los géneros más polémicos de la historia, amado y odiado, pero que a la fecha sigue llenando estadios, «Gasolina», con el escenario estallando en efectos visuales y fuegos artificiales por los aires, entre los gritos de sus fans como despedida.