Para celebrar los 27 años de consejos y carcajadas, Deborah Penélope dará sus consejos sobre sexología este viernes 21 de enero en Parcito Bar Restaurante, sobre el bulevar Constitución.
El show que siempre promete carcajadas y un rato ameno, también contará con la participación y coreografías del grupo Crash y de las imitaciones de Juan Manuel.
La invitación está abierta a partir de las 8 de la noche con un cover de $5. La producción de la celebración está a cargo de Gómez Productions.
«Tantos lugares, tantos escenarios, tanta gente, tantas carcajadas, pero logré a lo largo de todo este tiempo llevar alegría a tanta gente, desestresarlos, ser una forma de esparcimiento para olvidar problemas. No ha sido fácil, ha sido una carrera de esfuerzos, de uno que otro tropiezo, de situaciones difíciles, pero he logrado estar entre los comediantes más emblemáticos del país, muy a pesar de mi estilo tan peculiar, para adultos», celebra el comediante Hugo Castillo y creador de Déborah Penélope.
Así, desde 1995, Hugo Castillo bautizó a su personaje insignia como Déborah Penelope. De aquella decisión este año se cumplen 27 años. Hace un año, con motivo de su 26 aniversario «Diario El Salvador» conversó con el artista. De esa amena conversación se publicó por primera vez, el 22 de febrero de 2021, la recreación de tcasi tres décadas de hacer reír a la gente con su humor atrevido y picante.
Para celebrar este 27 aniversario, recordamos la trayectoria del artista y también una entrevista con la «sexóloga» defensora de las mujeres.
Déborah Penélope: «Soy defensora de las mujeres y la enemiga de los hombres infieles»
Su alto conocimiento en sexología y su humor le permiten tocar temas sensibles, aconsejar en medio de un espectáculo y hasta ser una fuente de consulta por chat. Ella es una señora de pensamiento libre, y aunque es una señora de vestido elegante traído de Miami, no tiene reparo en decir las cosas como le salen. Ella es Déborah Penélope, la defensora de las mujeres y enemiga de los hombres infieles, la sexóloga más famosa de El Salvador. La gran señora lleva 26 años en los escenarios, entre trote y trote, después de visitar San Miguel y la frontera en La Unión, apartó un espacio para platicar sobre sus 26 años de carrera, temas personales como sus «quereres» y los problemas sexuales que más le preocupan a mujeres y hombres.
¿Cómo ha evolucionado el público en este tiempo con la comedia pícara y de doble sentido?
Yo decidí ser comediante para adultos. He leído mucho sobre sexología. Soy una sexóloga, la más famosa de El Salvador. Soy la defensora de las mujeres y la enemiga de los hombres infieles. Ese es mi show, yo no me meto con las mujeres y ellas, felices de que les hagan pedazos al marido. Ese es el chiste. Mire, las mujeres van y aunque el hombre se quiera ir no puede, porque ellas quieren ver el show. No tiene idea de cómo pega el show con las mujeres, a los hombres les gusta, pero las mujeres se sienten identificadas porque yo abordo muchos chistes de problemas íntimos, de alcoba y yo los hago chistes. Quiérase o no, las parejas se han de recordar. Yo veo cuando cuento cosas, y veo que la mujer codea al hombre. Una vez estaba hablando y decía: «El hombre con el pene pequeño»… y una señora gritó: «¡O sea despalomado!», y la gente explotó en risa y yo también. Pero la verdad es que ya estoy en fiestas patronales, jaripeos, fiestas. El internet fue abriendo mucho la mentalidad de la gente, eso se puso a mi favor para abrir más el show.
En el interior del país es bastante demandado el show.
Es una evolución. Al principio, solo era San Salvador, San Miguel y Santa Ana en bares y a lo más Sonsonate. De repente, no me pregunte qué pasó, hace como siete años que el show se disparó. Yo ando en todo El Salvador. Ya fui a Italia una vez; me llevó un señor que lleva grupos musicales. Tuve tres presentaciones en Milán. Yo desde que puse un pie en Europa dije: «Disfrutá esto». Este año iba a ir otra vez, pero la pandemia ya no me dejó. También ya me dieron la visa para Estados Unidos, pero igual se vino la pandemia.
En los primerísimos años, usted usaba el pelo colocho, casi afro y negro, ¿cómo fue estilizando su imagen?
Fue el público. Las mujeres se fijan en todo: en los zapatos, en las manos; ven si combinan las cosas y poco a poco uno va entendiendo. Entonces yo dije: «Tengo que mejorar». Mi vestuario viene de Miami. Mi asistente tiene familia allá y vienen seguido y he aprovechado eso porque no es fácil ser una señora gorda, porque el chiste es que yo me acerque a los señores, les cante canciones y que sea esta señora gorda que se cree la Jennifer López, y eso es lo que da risa. Se ve una maitra gorda que se cree un «culazo». Es hacer de defectos virtudes, mis canciones son básicas.
¿Qué anécdotas divertidas recuerda, Déborah?
Una vez me pasó algo terrible en un jaripeo, le voy a contar. Me voy a Suchitoto, pasé el lago en el ferri y llegué con tiempo. Nunca empezaba el show y le digo al encargado: «Mire, usted me ha dado un anticipo, pero tengo un show de aquí al hotel Bahía del Sol o empezamos ya o yo me voy». «Espéreme. Guarden los toros y que entre Déborah Penélope», dijo. Empecé a contar el show y no me pregunte qué pasó, porque habían dejado un toro en espera, no sé, pero ese toro rompió la barda y salió detrás de mí, y yo con vestido rojo. ¡Se puede imaginar! Mire, mamita, yo no hallé el camino. Yo solo salí corriendo, aplasté un volado de caca que había y me salté la verja; me han visto todo atrás y caí sentada al otro lado. Le dije al señor: «Perdone que hice poco del show», y me dijo: «No, no se preocupe, me doy por satisfecho» [ríe]. Pero es que el público no paraba de reír. Otra vez me llevaron a una fiesta patronal en San Luis La Reina. Llegué vestida y salí después de la elección del rey y la reina, pero de la tercera edad; solo había ancianos. ¡Casi con la camándula en la mano! Se puede imaginar cómo hacer reír a esos viejitos; y yo hablándoles de sexo [ríe]. Son situaciones.
¿Nunca le dio pena salir a los escenarios a hablar?
No hay artista que no se ponga nervioso al salir. Es más, con mi experiencia ahorita puedo estar aquí y solo me muevo, salgo y actúo, porque ya soy una vieja ‘escueliada’. Pero sí, en el transcurso de la carrera hay muchas presentaciones donde una se pone nerviosa y hasta planea lo que va a hacer. Ahora, yo tengo un asistente que tiene una sincronía fabulosa. Ese muchacho es mi hijo casi; aparte de que está entregado en su trabajo, conoce mis emociones, y cuando me trabo me pone música o un efecto y me saca de lo que estoy. Eso a cualquiera nos puede pasar.
¿Cómo se convierte en sexóloga?, ¿no la regañó su mamá por subirse a hablar de sexo a los escenarios?
Nunca se dio cuenta de que tenía una niña precoz [ríe]. Desde niña me gustaba leer libros de sexología, no había internet. Mi papá tenía una librería de libros usados se llamaba Segunda Lectura, en el centro. Allí yo le decía: «Consígame libros así». Y me preguntaba: «¿Para qué?». «Me llama la atención», le decía. A regañadientes, me daba más de algún libro y yo conseguía por otro lado, o me iba a la Biblioteca Nacional a leer cosas así. Yo he leído mucho siempre, mi papá me documentó.
¿Qué consejos le piden como sexóloga?
Por chat, incluso, unos hombres que salen con unos problemas «tengo el pene diminuto», «que lo tengo de lado»; otro, que tenía ‘dienteveo’ en el pene. ¡Yo me imaginaba ese pene como que era dálmata! Pero, mire, tengo que ver cómo los aconsejo. Más que todo son hombres. También me salen propuestas indecorosas. Pero soy bien cuadrada. Yo les advierto. Me salió un hombre enamorado y no hallaba cómo decirle que era imposible.
Usted se ha casado varias veces, ¿ha tenido varios quereres?
Sí, una mujer que ha aprendido todo en base al sudor de mis piernas [ríe]. Me he casado un montón de veces; ya me casé con René Alonso, con Alfredo José, con King Flyp. Han sido varios.
¿Qué anécdotas le han servido para el show?
Por ejemplo, la falta de sexo provoca amargura en las mujeres; la queja del hombre es que ella solo amargada anda. Pero no se pone a pensar que él es responsable. Porque cuando se casan solo encima de una pasan, y una hasta echando chispas. Pero ya después solo pasan ocupados, y esa mujer tiene que dar gracias si le dan sexo dos veces al año y aun así quieren que la mujer ande contenta siempre. El sexo es básico, para mí es importantísimo. Con el sexo en la cama se arreglan los problemas de cualquier tipo de infidelidades, carencia de pisto.
¿Infidelidades?
Hasta la infidelidad se arregla en la cama, mija. Eso sí, la mujer tiene que superar el daño. En eso unas duran años y otras meses, pero en la cama allí al día siguiente están de la mano. También problemas de mujeres galgas. ¿Y esas cuáles son? Ese término es mío, yo le llamo ‘galguitud vulvática severa’.
¿Cuál es esa patología?
‘Peperechona’ [ríe].
¿Qué le recomienda?
Una de dos: si él la conoció desde el inicio así; él sabe a qué atenerse y cómo calmar esos ímpetus. Si es un hombre que se mete con una mujer que le digan ‘la siete polvos’, mejor que salga corriendo si es un tipo tranquilo, sino que la soque.
¿Qué tema ha sentido difícil hablar o aborda todos los temas?
De todos los temas hablo.
¿No ha tenido problemas por hablar de temas picantes siendo una señora?
Por el contrario, da curiosidad: gallina vieja da mejor caldo.
Sin ser indiscretos, ¿cómo cuántos quereres ha tenido?
No nos metamos en cosas utópicas o de ciencia ficción, mejor dejémoslo en que soy una señora experta.
¿Alguna experiencia personal que cuente en el show y cómo lo resolvió con toda su experticia?
Son tantas cosas. El sexo como es tan amplio, complicado, versátil, de mucha improvisación. No sigo un manual, siempre estoy a la vanguardia, pueden ser posiciones diversas como el ‘caramelo en cumbo de leche’, ‘cusuco al trote’. No le puedo decir cómo es, porque tendría que tener un modelo a la par [ríe].
Usted dice que está a la vanguardia, ¿cuál es el tema de vanguardia?
Principalmente, los tamaños del pene en las conversaciones de las mujeres. ¡Qué barbaridad! Yo por eso a muchos hombres les digo: «Si lo tenés pequeñín, pichí, hijito, ¡usá la lengua!». Hay que ser versátil; y muchas mujeres que he conocido ‘guerriadas’ que se han acostado con un montón de hombres, y hombres dotados, y vienen a quedar enamoradas de hombres con un ‘mini me’. Pero ¿cuál es el reto? Las locuras que hacen con la boca o a saber qué cosas, y ese hombre le halló el punto G a la mujer. Entonces, no necesariamente el tamaño es básico, sino las artimañas que tiene que usar para compensar la carencia que tiene.
En el show, ¿cómo es su relación con las señoras?
Primero que nada, yo tengo que ganarme su confianza, cuando me ven piensan que las voy a atacar. Yo de entrada les digo que soy defensora de las mujeres, enemiga de los hombres infieles. A todas nos une el ‘pussy power’. Hago sentirlas en confianza, que con ellas no me voy a meter. Después hasta interactúan conmigo y dicen cosas, esa es la confianza que se gana de entrada. Yo no necesito bailar ni andarme moviendo para hacer reír, si yo puedo estar parada será suficiente. La gente está pendiente de lo que sale de mi boca, de lo que hablo.
Déborah, ¿usted es feminista?
Sí, depende de las circunstancias. No me siento feminista en todo aspecto, siento que cada cosa tiene su objeción también.
¿Qué piensa de la libertad sexual?
Es que el problema es la promiscuidad. Los tiempos han cambiado y el tema de la virginidad ya no es posible. Estoy de acuerdo que la mujer experimente tanto como el hombre. Pero no estoy de acuerdo en que la mujer pierda la reputación, porque vivimos en una sociedad que nos rodea. Si uno quiere libertad, bien; otra cosa es el libertinaje. Todo tiene un equilibrio, todo tiene un hasta aquí. ¿Hasta dónde espera llegar, Déborah? La edad quiérase o no es una limitante. Una tiene que estar consciente de eso. Mucha gente me ha dicho cinco años más; y otra, hasta donde las fuerzas físicas lo permitan. Si Dios me da salud, la fuerza y la creatividad para seguir. Cuando sienta que ya no, me voy a retirar. De hecho, estoy pensando que ya es hora de poner un negocio.
HUGO CASTILLO: UN COMEDIANTE EN SERIO
Sin saber el potencial del talento con el que nació, desde pequeño tuvo habilidad para hacer reír a la gente con sus ocurrencias. Su papá quería que estudiara Derecho, pero se resistió y entre negociación y negociación logró que su hijo ingresara a estudiar Relaciones Exteriores en la Universidad de El Salvador (UES). Llevaba media carrera cuando un «casting» de Canal 12 lo desvió del destino que su papá había dibujado.
No quedó en la prueba, pero su talento ya vibraba. El comediante Julio Yúdice, creador de los reconocidos personajes de la Tenchis Céliber y Tula Altagracia, lo vio en los ensayos y le dijo: «Te quiero en el equipo de “Telepirata”». Era 1989 y Hugo Castillo ni por asomo adivinaba lo que vendría en los siguientes años.
«Julio Yúdice me llevó al principio como actor. Desde el principio hubo química, porque yo llegué a un “casting” a Canal 12 y resulta que no quedó nadie. Pero él me veía en los ensayos y me dijo que me quedara. ¡Casi me caigo de infarto! Porque en ese momento “Telepirata” fue una bomba televisiva, rompió todos los esquemas en El Salvador. Nunca había existido un programa de comedia pícara. Allí Julio me hizo guionista y después, del elenco artístico. Allí nació Déborah», recuerda.
Hugo recuerda esa oportunidad como la puerta al mundo artístico y de comedia que lo dejó entrar y permanecer hasta el día de hoy. En ese inicio reconoce que Julio tiene gran mérito.
«Julio lo que hizo fue soltarme la pita, allá yo si aprovechaba la oportunidad. Pero Julio no hace eso así nomás, él vio el talento. Yo me considero que soy artista y comediante por Julio Yúdice, a él le debo la libertad que tuve para sacar el don que tenía dentro», afirma.
En «Telepirata», Hugo afinó su talento como guionista, y al mismo tiempo le dio rienda suelta a su creatividad y a la vena de comediante que siempre tuvo pero que aún no encontraba por dónde salir.
Actuando en el programa, en varias ocasiones se vistió de mujer. Era el embrión de lo que sería un personaje insigne en su vida.
El público solicitaba presentaciones en vivo con el elenco de «Telepirata», pero también le pedían a Hugo que interpretara de manera individual su personaje. En un día de fiesta, le dijeron que su interpretación de mujer se parecía a la de su mamá, lo llevaron a un cuarto y le ofrecieron una peluca, un vestido y unos zapatos para que adentrara en la caracterización. Él se negó: «Están locas, cómo se les ocurre… pero después de un rato, con mis traguitos, ya iba para adentro del vestido».
«Julio Yúdice me llevó al principio como actor. Desde el principio hubo química […], llegué a un “casting” a Canal 12. Él me veía en los ensayos y me dijo que me quedara».
Hugo Castillo, comediante.
En el primer lustro de los noventa, Déborah Penélope se estuvo construyendo, aparecía para divertir siempre con comedia de adultos, un rubro que Hugo escogió con seriedad sabiendo que la sociedad salvadoreña no estaba preparada para abrirle un espacio en todas partes.
En 1995, finalmente, Hugo decidió darle un nombre. Se inspiró en la cantante Debbie Gibson. «Yo pensé: “Debbie viene de Déborah”», y en efecto, el nombre de pila de la cantante era Déborah.
El segundo nombre vino rápidamente cuando la actriz española Penélope Cruz se puso de moda. La mente perspicaz de Hugo rápido encontró la sugerencia en armar el nombre y consultó con amigos de la radio sobre qué pensaban de Déborah Penélope, y encontró acogida de inmediato.
Desde el inicio, el personaje se inspiró en una señora que, sin ser un referente del canon de belleza convencional, sí se estima a sí misma como hermosa, sexi.
Desde 1995 hasta 2005, Déborah fue un pasatiempo para Hugo. Hacía fiestas privadas, espectáculos en los que sin pena ni gloria él reconoce como «chupaderos». Todavía no había apertura en fiestas patronales, por ejemplo.
DÉBORAH VA EN SERIO
Pero la carrera de Hugo estaba apenas por despegar en 2005. Alternando su actuación con la gerencia de una discoteca, llegó un punto en el que tuvo que decidir y aportarle el todo por el todo a su personaje.
Ese año, le pusieron un ultimátum en la discoteca: ya no podían darle permisos para los «shows» y el público cada vez demandaba más humor y quería a Déborah. Entonces, Hugo tomó su comedia para adultos y emprendió una travesía que lo ha traído 16 años después a vivir por completo de su personaje entrañable. «Me aventuré a esto y, le soy honesto, ni yo sabía para dónde iba, ni yo sabía qué iba a pasar. Solo seguí una pasión y eso no se lo puedo explicar muy bien a la gente, es algo interno, un placer de poder hacer reír a la gente. Yo me conduje por un instinto que no se lo puedo explicar, porque era incierto laboralmente hablando. Pero me atreví y de eso ya van 16 años más y no me arrepiento», afirma con orgullo.
HASTA QUE EL CUERPO AGUANTE
Con el tiempo, el acceso a la comedia para adultos, pícara y subida de tono, ha encontrado su espacio. Las fiestas patronales se han abierto y cada vez el artista es más demandado en fiestas privadas.
De hecho, Hugo, en medio de lo más restrictivo de la pandemia, se dedicó, con gran aceptación, a grabar saludos personalizados para cumpleaños y para toda ocasión.
El personaje se ha consagrado y está en la mente de muchos salvadoreños que también disfrutan de una salida en pareja a restaurantes que tienen un espectáculo de la sexóloga más famosa del país.
Los tiempos han cambiado y ahora es parte de los escenarios de muchos lugares, en El Salvador y afuera también.
Por un año llevó su humor hacia Honduras. Ha visitado Milán, Italia, y espera en el futuro llegar a Estados Unidos. Este último plan se vio interrumpido por la pandemia, pero está pendiente. Hugo ha trabajado la mitad de su vida y los años también han pasado; sin embargo, espera continuar compartiendo sus ocurrencias y consejos sexuales hasta que el cuerpo aguante.