Nuestros jóvenes han perdido el gusto por la buena música. En estos días, modernidad es sinónimo de mal gusto. Eso es preocupante, pues ¿cuál de los diferentes medios de comunicación en este país se preocupa por una programación musical que eduque y despierte el interés de los jóvenes por la buena armonía, melodía y el canto?
Parece que ahora solo nos queda decir «¿quién podrá defendernos?», como lo hizo el fallecido comediante mexicano. Pero ¿quién o quiénes son los responsables de tal debacle? Por un lado, están los anteriores gobiernos, a quienes poco les importó lo que consumía la población en los medios de comunicación, dejando al libre albedrío lo que cada medio programaba, media vez no tocara sus intereses. Bien dicen por ahí que nunca les importó tener un pueblo despierto, sino crear una masa amorfa a la cual pudieran manejar a su antojo.
Por el otro lado tenemos a nuestros medios de comunicación, especialmente las radios. Pareciera que a estas lo único que les interesa es vender, no importa el producto que reciban sus consumidores, en este caso, los jóvenes de nuestro país. Eso no los hace diferentes al dueño de un expendio de aguardiente o a un narcotraficante, al cual lo único que le interesa es el dinero, sin importar el daño que le ocasiona a la sociedad.
Esta comparación puede ser dura, pero valedera. En mi opinión, las radios están llamadas a educar, ya que por naturaleza son un medio de persuasión masivo que pudiera utilizarse con fines positivos que darían magníficos resultados.
La música tiene el poder de influir en las personas. Si tomamos como ejemplo algunos géneros musicales de moda, veremos que sus líricas hablan de sexo explícito, perdiendo así el respeto por la mujer, denigrándola a los cánones más bajos de la sexualidad humana. Por ende, si desde pequeños nuestros niños vienen pensando que esto es música y que está bien escucharla, que no nos extrañe tener una sociedad enferma; con nuestros chicos precoces sexualmente, teniendo, por consecuencia, una tasa elevada de embarazos en niñas y adolescentes.
Esto es solo un pequeño ejemplo, por eso no puedo dejar de señalar a las radios del país (algunas, no todas), porque creo que se han quedado cortas en el papel educativo que les corresponde.
No quiero parecer un enviado del Vaticano, pero pienso que, por salud mental, todo tiene que enseñarse a su debido tiempo.
Me pregunto qué preparación musical posee el dueño de una radio, qué preparación musical tiene el director de una radio, o, peor aún, qué preparación musical posee el locutor de una radio juvenil. ¿Qué le vas a trasmitir a tu público?
No solo se trata de programar basura, es que un locutor de radio tiene que hacer la diferencia; por su rol educador y su capacidad de persuasión por medio de un micrófono.
En conclusión, pueden las personas que están inmersas en los medios de comunicación (no todas, algunas hacen un excelente trabajo) empezar a corregir todo el daño que se le ha hecho a la juventud o, por el contrario, seguir igual y decir «dejad que los jóvenes escuchen a Bad Bunny, ni modo; es lo que produce dinero».