Ayer, la Asamblea Legislativa aprobó, de emergencia, una serie de medidas de suspensión de algunos derechos ciudadanos debido a la criminal alza de homicidios desde la noche del viernes y que solo el sábado acabó con la vida de 62 salvadoreños.
El pleno legislativo se convirtió en el escenario en el que se quitaron la máscara aquellos políticos que han visto a las pandillas como sus aliados, los delincuentes con los que han pactado acuerdos y entregado miles de dólares a cambio de votos y apoyo territorial.
Desde las redes sociales, acérrimos activistas de la oposición empezaron a reclamar al Gobierno la falta de seguridad y el aumento de crímenes violentos.
Sin embargo, cuando el presidente Nayib Bukele decidió solicitarle a la Asamblea Legislativa un régimen de excepción para hacerle frente al descomunal aumento de asesinatos, los críticos de la inseguridad se volvieron defensores de los asesinos, aduciendo que las medidas ponían en peligro sus derechos humanos.
Uno de los más notorios opositores fue, precisamente, uno que formó parte de la tregua de pandillas, por lo que su postura en contra de que los criminales paguen por sus abominaciones no es nueva, ya que sigue exhibiendo su falta de humanidad hacia las víctimas de los delincuentes organizados.
Como su nombre bien lo indica, el régimen de excepción, si bien es una medida extrema, lo es únicamente por tiempos restringidos, de ahí su excepcionalidad.
Se utiliza para enfrentar grandes peligros, y que ahora surja es porque se han multiplicado los asesinatos, que habían sido mantenidos a raya por la efectividad del Plan Control Territorial.
Es evidente que el accionar actual de las pandillas tiene una intencionalidad, que coincide con varias acciones ejecutadas por el Gobierno, que van desde la captura de un prominente transportista, pasando por el esfuerzo por atraer a importantes inversionistas bajo la estrategia del bitcóin, hasta el aumento de controles para evitar incrementos en el precio de los combustibles y alimentos.
Un repunte de asesinatos en esta coyuntura no hizo más que alegrar a más de alguno en la oposición, que lo exhibió sin pudor en redes sociales, celebrando lo que consideraba un fracaso del Gobierno, sin tomar en cuenta que se trataba de la vida de decenas de ciudadanos.
Estas acciones revelan que un pequeño sector se resiste al cambio, a reconocer que está del lado incorrecto de la historia, porque se opone a lo que el pueblo decidió libremente en las urnas no una, sino dos veces.