A sus 69 años, Carmen Valle confiesa que le asustaba mucho la tecnología, y que aunque la mitad de su vida había tenido un restaurante de mariscos en el Parque Recreativo Apulo, nunca había usado internet para promover su negocio. Durante la pandemia, ser mujer y propietaria de una microempresa con acceso limitado a la tecnología representaron múltiples vulnerabilidades, que se profundizaron y afectaron sus ingresos y el bienestar de su familia.
Carmen es una de las empresarias con quienes el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Ministerio de Turismo (Mitur) y el Instituto Salvadoreño de Turismo (ISTU) han estado trabajando durante el último año para promover la inclusión digital y financiera y transformar la crisis en una oportunidad.
Las mujeres son propietarias del 64 % de las micro y pequeñas empresas (mypes) en El Salvador y participan en los sectores más afectados por la pandemia de la COVID-19, como el turismo y el comercio. Cuando comenzó la pandemia, el 75 % de las mypes del país no tenía conexión a internet (PNUD, 2020). La pandemia también reafirmó que una de las grandes desigualdades del siglo XXI es la brecha digital y que debemos enfrentarla con urgencia no solo para recuperarnos mejor, sino para avanzar hacia el desarrollo humano sostenible.
La iniciativa Digi-Chiquihuites, impulsada por el PNUD, el Mitur y el ISTU, busca contribuir para cerrar esa brecha y mejorar los medios de vida de las empresarias del sector turismo. «Chiquihuite» es una palabra náhuatl que significa canasta. Con la metodología del Laboratorio de Aceleración del PNUD diseñamos canastas digitales, que proporcionan acceso digital y financiero a 189 personas, de 13 parques recreativos nacionales y del sitio turístico Mercado del Mar, uno de los más visitados por turistas nacionales e internacionales.
Los desafíos de desarrollo requieren respuestas multidimensionales, por lo que las canastas digitales incorporaron tres componentes: herramientas facilitadoras para la digitalización, como teléfono móvil y paquetes de navegación; un programa completo de capacitación y un entorno que habilita nuevas políticas para la digitalización inclusiva basado en evidencias.
El promedio de edad de las empresarias que recibieron estas canastas digitales es de 50 años. El 11 % no sabe leer ni escribir y el 86 % nunca había recibido capacitación en el uso de la tecnología, pese a que un porcentaje similar tiene un teléfono celular. El acceso financiero también era limitado. Alrededor del 70 % no posee una cuenta bancaria y cerca del 93 % no efectuaba cobros con tarjetas de crédito o débito.
Por medio de Digi-Chiquihuites, las empresarias han descubierto la importancia de los servicios digitales y los beneficios asociados, se han dado cuenta de sus propias habilidades digitales y han comenzado a implementar cambios en sus negocios y comunidades. Como Carmen Valle, quien dice que está segura de que va a aprender cada vez más y que por medio del celular va a aumentar sus ventas, y Marcela Menjívar, empresaria del Mercado del Mar, quien manifiesta que haber entrado al mundo digital tiene mucho valor, ya que ahora puede mostrar y vender su producto a muchísimas personas e invitar a los turistas a visitar su negocio.
El acceso a la tecnología ha marcado un antes y un después en sus vidas. Sus experiencias también nos han dejado valiosos resultados y lecciones desde la perspectiva del desarrollo, que permitirán enriquecer y escalar futuras iniciativas.
Primero, una de las grandes lecciones es que es posible crear competencias digitales en las personas que enfrentan múltiples vulnerabilidades, incluido el analfabetismo, y de esta manera transformar la visión de sus limitaciones en superación y traspaso del propio techo de cristal; así como la construcción de resiliencia frente a las crisis y los cambios en el entorno socioeconómico.
Segundo, Digi-Chiquihuites ha impulsado una innovación en el aprendizaje y aprovechamiento de las tecnologías por medio de ayudantes digitales, que involucró a otros miembros de la familia más jóvenes como apoyo en el proceso de capacitación y empoderamiento de las empresarias. De esta manera no solo se fortalecieron los vínculos y la solidaridad intergeneracional para aprovechar los beneficios de la tecnología, sino que fue posible la construcción de una visión común para el manejo del negocio.
Otra de las grandes lecciones es la importancia de las alianzas en todos los niveles para impulsar soluciones de desarrollo centradas en las personas, como la base para la innovación y el aprendizaje ágil, que generen valor en la vida de las personas y en sus medios de vida. Digi-Chiquihuites, incluso, ha promovido el intercambio de aprendizajes entre empresarias salvadoreñas y empresarias latinoamericanas que comparten desafíos y logros similares, y el liderazgo de las mujeres en la recuperación de la pandemia.
Para el PNUD, el Mitur y el ISTU, este solo es el comienzo. Nuestra visión es que esta experiencia inspire y se escale en otras similares, así como seguir trabajando juntos para la reactivación del turismo y del país; pero, sobre todo, nuestro compromiso es con las mujeres salvadoreñas, por lo que esperamos seguir contribuyendo a su inclusión digital y la ampliación de sus medios de vida.