En los primeros seis meses del año, de acuerdo con la Dirección General de Migración y Extranjería, 1.1 millones de personas ingresaron a El Salvador para hacer turismo. Esa cifra es muy reveladora porque en todo 2019 llegaron 1.2 millones de visitantes y ahora casi se alcanza esa cifra cuando falta mucho para que termine el año.
Según las estadísticas de las autoridades, las perspectivas son muy positivas porque a estas alturas del año el crecimiento de turistas que ingresaron vía terrestre ha sido del 82.8 % con respecto al mismo período del año pasado.
Para entender este dinamismo hay que tomar en cuenta la profunda y drástica transformación de El Salvador, que dejó de ser el país más peligroso del mundo —con la tasa de asesinatos más alta por cada 100,000 habitantes— a ser uno de los que gozan de mayor seguridad, superando a naciones que tradicionalmente destacaban en ese ámbito.
Gracias a la guerra contra las pandillas lanzada desde el primer día del Gobierno del presidente Nayib Bukele, el país lleva 167 días sin homicidios y se reporta un drástico descenso en las muertes violentas de jóvenes y niños, crímenes cometidos por los mareros que ahora guardan prisión con penas más duras, gracias a las reformas legales aprobadas por la Asamblea Legislativa.
Sondeos desarrollados por encuestadoras internacionales comprueban que los ciudadanos no solo confirman la baja de los índices de la delincuencia, sino que se sienten mucho más seguros ahora que en los gobiernos de ARENA y del FMLN, cuando los asesinatos se multiplicaron y llegaron a niveles superiores a los de países en conflicto militar.
Debido a esta tranquilidad y reducción de la inseguridad hay más confianza para hacer turismo interno, además de que sirve de atractivo para que más extranjeros ingresen al país para visitar los múltiples destinos naturales que posee. A eso se suman los planes coyunturales de protección a los veraneantes, que incluyen dispositivos para asistir con grúas los vehículos con desperfectos mecánicos, además de sacar de las calles a conductores que manejan bajo los efectos del alcohol o las drogas por convertirse en un peligro para los demás.
Este turismo se convierte en un importante motor económico y se espera que los visitantes internacionales gasten $60 millones en la actual temporada festiva, lo que sin duda dinamiza las economías locales y es un tremendo incentivo para nuevas inversiones en el sector.