Las mediciones de candidatos presidenciales a finales de 2018 anunciaban un cambio de paradigma. El modelo político moldeado por los poderosos y sus fieles partidos enfrentaba una amenaza de una magnitud impensable.
Las encuestas privadas, las que el ciudadano nunca conoce, confirmaban también que el bipartidismo estaba a punto de derrumbarse. Nayib Bukele se encaminaba a ser presidente de la República de El Salvador portando la bandera de un instituto político que ni en sueños podía llegar a gobernar. Es más, un par de sus militantes ya había vendido su alma a los diablos tricolores y rojos para impedir la candidatura.
El pueblo se volcó a las urnas el 4 de febrero de 2019. El resultado no fue novedoso, los poderosos ya lo habían medido. Desde ese momento inició una batalla diferente, bestial en todos los términos. La compra de voluntades en todos los sectores fue tan evidente, y lo sigue siendo hasta hoy. ¡Por favor, señores de la pluma carnicera y activistas de ONG, lo saben bien! De eso viven.
Una nueva oportunidad se presentó para las elecciones de 2024. «Todos contra Nayib» fue el único lema de la campaña. Tiraron de todo, movieron activistas políticos dentro y fuera del país. ¿Qué les asustaba si se suponía que el desgaste del primer quinquenio le tenía que pasar factura al presidente? ¡Detestable pueblo!, ¿verdad?
Es que las encuestas, nuevamente, apuntaban una victoria contundente, sin reparos, de Nayib para un segundo mandato. ¿Recuerdan todo el arsenal que lanzó el verdadero poder detrás de la oposición en contra del candidato de Nuevas Ideas?
¿Qué dijeron todas las encuestas hasta las de la oposición? Arrolladora victoria. El resultado: 2.7 millones de votos fueron para Nayib. 98 de cada 100 salvadoreños en el exterior dijeron ¡Nayib! ¡Histórico! Todo el mundo legitimó el segundo mandato del presidente. ¡Detestable pueblo!, ¿verdad?
Los presidentes, desde Cristiani hasta «el profe» Sánchez Cerén, cometieron el error común, pero garrafal: creerle al comité de aplausos que todo estaba bien, que todo estaba bonito. Es que o prefieres un pueblo de aplausos por tu trabajo o te descalabras con un comité de aplausos.
Los primeros 100 días del segundo mandato se han cumplido. Conocer lo que el pueblo salvadoreño piensa de su presidente es vital para continuar avanzando en la ruta emprendida o hacer los cambios necesarios en favor de su gente. El pueblo, el honrado y trabajador, se expresó de nuevo. Un pueblo de aplausos que valora el trabajo y la valentía de su líder.
La última encuesta de CID Gallup revela que Nayib sigue incólume, con una aprobación y respaldo de 9 de cada 10 salvadoreños. Los ciudadanos saben que su mandato va por la senda correcta, saben que no es nada fácil resolver todos los problemas que en 30 años ARENA y el FMLN evitaron o no pudieron resolver y que, lejos de eso, consolidaron hasta la muerte.
La aprobación para la continuidad del régimen de excepción, establecido por el presidente, abofetea a todos los activistas políticos nacionales e internacionales que luchan por la liberación de los criminales que causaron luto a más de 110,000 familias durante dos décadas. Aquellos que defienden derechos de asesinos y no de gente inocente.
Señora Michelle Bachelet, venga a decirle a todo un pueblo lo que afirma sin conocimiento. No olvide que usted carga con todos los pecados de sus administraciones que la llevaron a un nivel de aprobación de apenas del 31 %. Eso habla mejor de usted. Su agnosticismo le nubla la mente. Mire cómo dejó a su país. ¿Cuál es su solvencia moral para atreverse a criticar al mejor presidente que ha tenido nuestro país y a sus medidas de seguridad?
Por cierto, en agosto pasado, la empresa de investigación de mercado y de opinión pública chilena Cadem reveló que, en Chile, Nayib Bukele es el mandatario mejor evaluado entre 16 presidentes y primeros ministros.
Nayib es un visionario, un resistente, un líder firme. Crea, planifica, asegura los recursos y ejecuta. Es un líder que no pierde el tiempo; ocupa el necesario para tomar las mejores decisiones y se compromete con ellas. Para ello, prioriza y establece las tareas que deben realizarse primero.
Los resultados de la encuesta Gallup solo confirman que el pueblo respalda y aplaude a su presidente, y que no está dispuesto a retroceder en su nueva historia, por más lamentaciones de los poderosos, de esos que están detrás de los rostros de oposición, y del llanto de aquellos foráneos sin solvencia moral.
¡Detestable pueblo!