En El Salvador, el Centro de Rehabilitación de Ciegos Eugenia de Dueñas, una dependencia del Instituto Salvadoreño de Rehabilitación Integral (ISRI), se ha convertido en un lugar de apoyo y adaptación para las personas con discapacidad visual, ya que este brinda servicios especializados de habilitación y rehabilitación a personas con dicha condición, en coordinación con la familia, la comunidad, organizaciones e instituciones relacionadas, basadas en el enfoque de derecho e igualdad.
Un testimonio de superación es Rafael Jiménez, de 61 años, quien se desempeña como facilitador artístico desde hace 11 años en dicho centro de rehabilitación, en San Salvador, luego de estudiar cerca de tres años en el Centro Nacional de Artes (CENAR).
«Yo ahí aprendí a tocar las guitarras eléctricas y acústicas, los bajos, las concertinas; aprendí instrumentos como la batería y otros de percusión. Para mí, la música es un lenguaje, una forma de comunicación por la que se pueden transmitir sentimientos», comentó Jiménez.

Destacó que ha instruido a otras personas con su misma discapacidad, ya que por medio del solfeo, que es el arte de leer y escribir música, puede enseñar el método braille.
Señaló que él imparte clases de piano acústico y teclado eléctrico, que son con los que cuenta la institución.
«La cantidad de alumnos ha sido grande. De aquí han salido bajistas, pianistas, guitarritas, bateristas, entre otros. Todo esto se ha logrado tomando la música como una ciencia. Se ha organizado hasta un grupo orquestal con el que hemos hecho actos de presentaciones en hospitales y en lugares públicos», detalló.
Según relató, un accidente vehicular a los 15 años le causó la pérdida de visión. Los doctores le explicaron que sus nervios ópticos se habían roto. Su vida había cambiado.
Poco tiempo después, sus padres lo llevaron al centro de rehabilitación, donde le enseñaron a usar el bastón, a escribir braille y algunas actividades de la vida cotidiana, como ordenar su cama.
En ese momento tenía la ilusión de convertirse en médico, pero debido al accidente tuvo que escoger otra opción de estudio y pensó en una formación que le permitiera ayudar a las demás personas con su misma discapacidad.
Finalizó su bachillerato en humanidades y se graduó de una carrera universitaria, siendo sus herramientas de estudio una grabadora, una pizarra braille y un punzón.
«Si no podía ser médico, tenía que pensar en otra opción. Yo soy profesor de educación especial. Pensé que podía ayudar a todas las personas ciegas y la única manera era que yo estudiara una carrera relacionada con esto. Yo me siento realizado porque yo quería ser útil para los compañeros ciegos, y esa carrera es la más adecuada para ayudarlos, porque aprendemos programas o materias braille y sobre movilidad segura», expresó Jiménez.
A partir de lo vivido, comparte su testimonio e invita a las personas a no rendirse ante la discapacidad visual, por lo que comentó: «Invito a todas las personas ciegas a que aprendan braille y lo lleven a la par de la tecnología. Este es un medio económico que existe en la actualidad».