Dolores es una maestra de profesión, jubilada, quien ahora se dedica a cuidar a sus nietos de lunes a viernes; sin embargo, hoy se «escapó» de la tarea porque desde hace algunos meses se levanta con dolor y rigidez en el cuello y la espalda y decidió consultar con el médico. Le tomaron radiografías de la columna y le hicieron masajes. También le recetaron relajantes musculares; sin embargo, cuando deja de tomarlos, vuelve el dolor. Ante esto, uno de los muchos médicos que visitó le recomendó consultar a un odontólogo.
Dolores asiste a controles odontológicos desde muy joven debido a una mala experiencia: a los 20 años perdió un diente de adelante. Por eso decidió que iría a revisiones periódicas con un profesional en salud bucal y se hizo el firme propósito de no perder ni un diente más. Hay que destacar que lo ha logrado con esfuerzo. También motivó y orientó a toda su familia a la odontología preventiva para evitar los rellenos, la pérdida de piezas o los puentes. Además, está orgullosa de que sus nietos no tengan caries.
Le revisé la boca, los tejidos blandos y los dientes y no encontré evidencia de que algo estuviera mal. Solo hay algunos desgastes fisiológicos causados por la edad, se deben pulir algunos rellenos y mejorar el margen de otros.
Sin embargo, le indiqué una radiografía panorámica para complementar la evidencia clínica y… ¡Sorpresa! Los ligamentos que unen un hueso de la cabeza con la mandíbula están calcificados, es decir, que el hueso está alargado y provoca rigidez en los movimientos del cuello. Este mal se conoce como síndrome de Eagle y los síntomas más frecuentes son dolor de garganta y de oídos, disminución de la capacidad auditiva, zumbido en los oídos, dificultad para tragar o masticar, sensación de tener algo atorado en la garganta, dolor al bostezar o al girar el cuello y, a veces, dolor en el rostro.
Según algunas investigaciones, el alargamiento y la calcificación del ligamento pueden comprimir estructuras anatómicas o causar irritación en tejido vitales adyacentes, provocando, en caso extremo, un derrame cerebral. Como los síntomas son variables, a veces el médico no remite al paciente con el odontólogo, retrasando el tratamiento, por lo que el paciente llega al punto de episodios de inconsciencia junto con cefaleas frecuentes, además de rigidez y dolor en el cuello.
Algunos estudios también reportan casos de pacientes con diagnóstico de muerte súbita por la irritación de un vaso sanguíneo importante, causada por la apófisis estiloide alargada. Cuando la rigidez es extrema, una de las alternativas es la cirugía, pero inicialmente puede tratarse con medicamentos para aliviar el dolor.
Ahora que ya tenemos un diagnóstico, a Dolores la trataremos de forma multidisciplinaria. Hay que intervenir quirúrgicamente. Lo primero es que su médico la estabilice sistémicamente, luego la intervendrá un maxilofacial junto con una otorrinolaringóloga y se le dará seguimiento, ya que algunos pacientes refieren efectos secundarios a la cirugía como adormecimiento de la cara.
Dolores tiene todavía muchas cosas por hacer, como seguir con el cuido de sus nietos, por ejemplo. Esta lesión es solo una oportunidad para que dé testimonio de que con la prevención se puede evitar un gasto mayor o una tragedia irreparable.