Las sociedades en sus componentes ideológicos recurren al juego del simbolismo, muchas veces con la manipulación de algunos sectores oscuros que, sin ser representativos de los intereses y aspiraciones de todo un pueblo, imponen sus ideas.
Es así como la exguerrilla y el Gobierno de ARENA, representado por Alfredo Cristiani, señalado de varios delitos, impusieron al pueblo salvadoreño la conmemoración del 16 de enero como Día Nacional de la Paz.
Lo anterior, según decreto legislativo del 1.º de diciembre de 1993. Dicho decreto fue derogado recientemente y se dio vida al nuevo decreto, aprobado por la Asamblea Legislativa.
En este se hace alusión directa como un aporte de justicia restaurativa, de parte del Gobierno de El Salvador, el reconocimiento a las más de 75,000 personas fallecidas y cerca de 15,000 desaparecidos. Ambos casos en el contexto del conflicto armado, que duró 12 años.
Se establece un nuevo marco jurídico en el que se declara el 16 de enero como Día Nacional de las Víctimas del Conflicto Armado. El decreto recoge el sentir y el pensar de todos los salvadoreños que vivimos esa época oscura.
Además, es un justo reconocimiento para todos aquellos hermanos salvadoreños de todas las edades, de ambos sexos, obreros, estudiantes, campesinos, profesionales, militares y exguerrilleros, entre otros.
Todos fuimos víctimas de un fratricidio estéril e inútil para el desarrollo de nuestro país. Muchos fueron reclutados forzosamente y otros lucharon por una utopía que nunca se concretó. Lo cierto es que ahora tenemos un tejido descompuesto socialmente hablando, y familias mutiladas por la pérdida de sus seres queridos, en ese contexto muchas aún sin saber dónde quedaron los restos de sus familiares.
Cito en nombre de todas esas víctimas a nuestro poeta insigne Roque Dalton, quien representa a esos desaparecidos de los que no se conoce su paradero, sus familiares, como las de miles de familias, siguen sin darle cristiana sepultura a sus seres queridos.
Hay personajes ligados a los gobiernos del FMLN como presuntos asesinos, que manchan dicho acto de injusticia y de impunidad; tal es el caso del Carnicero de la Paracentral, Mayo Sibrián, donde torturaron y asesinaron a sus «compas» con la venia del expresidente y comandante general de las FPL Salvador Sánchez Cerén, según Pablo Parada, el excomandante Goyo, quien desenmascara a la excomandancia.
Mientras tanto, miles de hermanos salvadoreños huyeron hacia otras latitudes a causa de la guerra, que ahora conocemos como nuestra diáspora.
Pasado ese hecho del conflicto armado y de su culminación con la firma de los Acuerdos de Paz, hay que preguntarse 30 años después ¿para qué sirvió ese conflicto armado?, ¿quién o quiénes se beneficiaron de dicho acuerdo?, ¿cuál fue la proyección de un país mejor para los salvadoreños? Ante estas interrogantes hay muchas dudas al respecto, las cuales me encargaré de desmitificar con muchos relatos y conceptos en torno a ellas.
En primer lugar, el conflicto armado tuvo sus raíces en el sometimiento de una población por una oligarquía voraz e insaciable que mantenía a nuestro pueblo carente de educación, de servicios de salud con calidad y calidez, salarios injustos y no acordes al índice de precios al consumidor vigente, es decir, salarios de hambre, principalmente para nuestros campesinos y obreros.
Segundo, una represión generalizada hacia aquellos sectores que se pronunciaban en contra de regímenes dictatoriales de la época, liderada por la oligarquía, de la que se hizo alusión anteriormente, y con su brazo armado formado por las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, la Guardia Nacional, la Policía de Hacienda, ORDEN, las patrullas cantonales y la Policía Secreta, que no aportaron nada nuevo, solo muerte y dolor.
¿Quién o quiénes se beneficiaron con la firma de la paz? Hay que recordar que el mundo entraba en una nueva etapa del capitalismo con la economía social de mercado, conocida como capitalismo social, que era imposible impulsarlo en nuestro país con un conflicto armado. Es, en ese sentido, que los grupos de poder económico se ven en la necesidad de acceder a la culminación de dicho conflicto y sobreponer sus intereses empresariales sobre los intereses de la población.
Los grupos de poder económico le vendieron al pueblo la famosa y mal recordada teoría del rebalse, y con la idea de que esto generaría el rebalse de la economía y todos nos beneficiaríamos con ello. Nada más alejado de la realidad.
Lo que en verdad ocurrió fue que de forma voraz implementaron procesos de privatización de los bienes del Estado, es decir, de nuestros bienes, y así privatizaron Antel, la energía eléctrica, los bancos, las pensiones y firmaron el TLC con Estados Unidos, entre otras decisiones. Lo anterior en el fondo benefició a los grupos empresariales; que cosa más asquerosa volverse aún más ricos a costillas del esfuerzo de cada salvadoreño laborioso.
Por otro lado, la cúpula del FMLN sabía perfectamente que no tenía opción de llegar al poder por la vía militar, ya que hubo hechos externos que la afectaban directamente en términos estratégicos como: la disolución de la ex Unión Soviética, la caída del muro de Berlín y, por consiguiente, la crisis cubana, que ya no podía apoyar a la guerrilla salvadoreña.
Es así como muchos miembros de la cúpula del FMLN se convierten en empresarios, producto de las ayudas económicas que nunca llegaron a los excombatientes, que son los que al final pagan los platos rotos.
Asquerosa manipulación del FMLN hacia el sector de veteranos de guerra, que por ahora solo unos pocos se resisten a no cambiar su idea, y de manera inocente creen que sus pseudodirigentes les van a ayudar a salir de su condición de vida paupérrima, pero aún están a tiempo de rectificar. En lo particular, les admiro esa convicción, pese a que continúan en las casas de cartón.
La proyección de un mejor país resultó toda una falacia y un engaño que se trasladó de ARENA al FMLN como partidos políticos que gobernaron posconflicto armado y que ahora son señalados por sonados casos de corrupción gubernamental. Esas malas decisiones los tienen ahora relegados a expresiones políticas diminutas e irrelevantes en la toma de decisiones, pues la población sabiamente benefició mayoritariamente a los partidos Nuevas Ideas y GANA para decidir el futuro de nuestro país.
Los Acuerdos de Paz, firmados por los impresentables ARENA y FMLN, no tienen ninguna trascendencia, pues es el acuerdo entre dos cúpulas con claros intereses políticos y económicos.
Es importante mediante el nuevo decreto sobre el Día Nacional de las Víctimas del Conflicto Armado reconocer la memoria de las víctimas, algunas cayeron en combate, otras asesinadas por su ideología; muchas fueron asesinadas en las 22 masacres que resume el informe de la Comisión de la Verdad.
Amigos y familiares de las víctimas piden justicia restaurativa y cero impunidad, para lo cual el Gobierno liderado por el presidente Bukele está a la orden de la población y mediante las instituciones del Gobierno resarcir ese daño, que ahora una nueva generación tiene el compromiso de hacer.
Las arañas tejieron sus nidos, ahora queda al descubierto el enorme daño hecho al país.