En este artículo la expresión «de cajón» se refiere a las personas que solo conocen una forma de hacer las cosas. O sea, que están encerradas en una especie de caja y son incapaces de pensar fuera de esta.
Generalmente, cuando se dice que hay que pensar fuera de la caja quiere decir que hay que buscar soluciones diferentes a ciertos problemas, explorar caminos, generar ideas innovadoras y hacer cambios en los procesos que se realizan para llevar a cabo ciertas actividades.
El artículo está dedicado a los economistas que desfilaron en las distintas cabinas de radio y televisión, así como también en las redacciones de ciertos periódicos, donde, además de criticar las acciones del Gobierno en materia económica aseguraban que la única manera de solventar gastos y pagar las obligaciones adquiridas con las financieras internacionales era endeudarse más y subir impuestos y que, por ende, al no poder el país honrar esos compromisos vaticinaban un futuro negro e incierto para nuestra economía.
Las recientes publicaciones de Bloomberg y Moody’s, donde ponían en alto las estrategias gubernamentales en esa materia y la posición de nuestra economía en Wall Street, cayeron como baldes de agua fría sobre las espaldas de estos seudoeconomistas que, como aves de mal augurio, esperaban que sucediera lo peor.
Lo que esas agencias dicen en sus informes es prueba fehaciente de que estos «supuestos expertos» estaban equivocados y que sus catastróficas predicciones solo son el resultado de su incapacidad para ver que existen otras soluciones aparte de las que ellos creen conocer, además de evidenciar que sus posiciones no son realistas, que son más políticas que profesionales.
La reducción de la delincuencia, la compra anticipada de bonos y una lucha sin cuartel contra la evasión fiscal (entre otras medidas) fue donde nuestras autoridades encontraron gran parte de la solución, solo requirieron de visión e inteligencia para encontrarlas y determinación para ponerlas en marcha.
Lo más vergonzoso para ellos es que esas acertadas estrategias vienen de un Gobierno dirigido por alguien a quien en campaña llamaban despectivamente «bachiller», como una forma de decir que su preparación no era suficiente, pero que hoy tiene impresionados tanto a los inversionistas como a otros especialistas en la materia.
En el país no solo han existido economistas de cajón, también eran de cajón los encargados de la seguridad, que creían que únicamente dando privilegios a las pandillas y cediéndoles territorio podían detener sus acciones criminales. De cajón eran también las autoridades de Salud y Educación, que manejaban el concepto de que ya se había hecho todo en esas carteras y que era imposible mejorarlas, cuando con esta administración ha quedado demostrado todo lo contrario. Así, durante años desfilaron cientos de funcionarios encerrados en esquemas que no les permitían explorar otras posibilidades o ver más allá de sus narices.
Gracias al hábil y oportuno manejo de las finanzas, la posición de El Salvador en el concierto económico mundial es favorable e, incluso, envidiable. Es algo que, al igual que con el control de la criminalidad, tratarán, sin duda alguna, de imitar las otras naciones.
Las estrategias utilizadas por el Gobierno para solventar de manera inteligente las complicaciones económicas por las que atraviesa el país obliga a las universidades a replantearse seriamente la manera de formar a sus alumnos en esas carreras. Caso contrario, continuarán produciendo «economistas de cajón».