El Salvador ya está en el mapa financiero mundial. Guste o no guste. La disruptiva estrategia del presidente Nayib Bukele para que el país adoptara legalmente una moneda digital y el lanzamiento de Chivo «wallet», sin duda ha generado toda clase de efectos. Después de todo, a cada acción una reacción.
La mayoría de los salvadoreños iniciamos nuestra incursión en el mercado de monedas digitales, de las cuales conocíamos muy poco o nada antes de septiembre de 2021, cuando fue adoptado el bitcóin. Vendedores de paletas y minutas en la zona costera, así como surfistas nacionales e internacionales nos llevaban la delantera. Era un tema exclusivo de la élite financiera o de emprendedores del mundo cripto.
De un día para otro casi todos hablábamos de bitcóin y satoshis, y estábamos descargando la billetera electrónica Chivo en nuestros teléfonos; o conversábamos en la cena hogareña sobre la nueva moneda de curso legal. La fuimos adoptando poco a poco y ahora para algunos ya es costumbre querer saber el precio de la criptodivisa, de ser posible cada hora o menos. He escuchado a muchos hablar sobre ese activo o pagar con el mismo sus compras en los centros comerciales. Mi primera experiencia fue en un restaurante de comida rápida en la Troncal del Norte. En menos de cinco segundos. Hasta mediados de este año ni pensar que eso fuera posible.
Adoptar el bitcóin abrió las puertas a inversionistas internacionales que ya han manifestado su interés en los proyectos que el Gobierno ha presentado, como la minería basada en energía geotérmica en Berlín, o la fundación y el desarrollo de la primera ciudad alrededor de dicha moneda en Conchagua. Mientras que las mascotas salvadoreñas tendrán un hospital exclusivo en Antiguo Cuscatlán, el cual lleva considerable avance en su construcción, financiado con las ganancias obtenidas por El Salvador al haber adquirido bitcoines. Además, el presidente Bukele dio a conocer que la deuda externa puede saldarse al usar la criptodivisa.
No dudo de que al viajar alrededor del mundo a los salvadoreños ahora se nos reconozca por proceder del país donde se está aprendiendo a negociar con bitcóin, pioneros en ello y en la inversión social que se hará gracias a la moneda virtual, como la construcción e intervención de escuelas. Ahora es común ver en los negocios, grandes, medianos, pequeños y micros el anuncio de que se acepta la criptomoneda como forma de pago. Algunos renegaron al principio y criticaron la medida innovadora, pero, aunque sea silenciosamente, ya se subieron a la modernización financiera. Al menos una alcaldía municipal ya está aceptando pagos con bitcoines y hay compatriotas que envían sus remesas por Chivo «wallet» o hacen su depósito en el extranjero y lo retiran acá en dólares.
También resulta que algunos expertos, y otros que dicen serlo pero que en realidad tienen la ocupación de detractores, ahora están preocupados de cuánto perderé en mi Chivo, si se desploma el valor de mis satoshis. No me fío de su espontáneo interés en la economía salvadoreña macro y micro, más cuando solo es con fines de crítica destructiva. Es cierto que el Fondo Monetario Internacional tiene reservas sobre el tema, algo natural en un tema novedoso que sus técnicos comienzan a analizar.
Son muchos los efectos generados y por venir con la adopción del bitcóin en El Salvador. Aparte de los ya mencionados, uno muy importante: sentirnos orgullosos de que el país irrumpe en grandes ligas financieras al ser ejemplo de innovación y disrupción.