El FMLN desarrolló el fin de semana su convención ordinaria, un evento que, en el pasado, captaba la atención de medios de comunicación y significaba, aún antes de ser Gobierno, el despliegue de su fuerza territorial y económica. Por eso, la forma en la que aparecen ante el público es un reflejo de la crisis y el desprestigio en los que se encuentra el otrora partido referente de la izquierda salvadoreña.
La reunión fue a puertas cerradas para tratar de convencerse, entre ellos mismos, de la falsa unidad. Hasta se dieron medallas como premios a la perseverancia por continuar en un partido que perdió toda conexión con el pueblo. Poco a poco surgen las voces de los dirigentes de ese partido que cuestionan la traición de los principios, al nivel en el que ahora colaboran con gobiernos extranjeros para desestabilizar la administración del presidente Nayib Bukele. Es decir, algo impensable para una organización política que tenía entre sus ideales el principio de la no intervención y que lanzaba consignas en contra del «imperio».
Mientras esta distópica versión del FMLN, que surgió de las luchas sociales, se desmorona cada vez más, los exfuncionarios del partido siguen engrosando las listas de delincuentes tras las rejas. El último ha sido el que fue su ministro de la Defensa (y brevemente de Seguridad) durante los dos gobiernos rojos. David Munguía Payés seguirá siendo procesado por pactar con las pandillas, pero detenido, como debió ser desde el principio cuando se configuró como padre de la tregua.
Los expresidentes efemelenistas Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén se nacionalizaron nicaragüenses por la vía exprés que Daniel Ortega reserva para sus aliados vip, como forma de protección ante los procesos por corrupción en su contra. Otro de los grandes jerarcas comunistas, Sigfrido Reyes, también pidió asilo, pero en México para evitar la prisión debido a su inmenso incremento patrimonial, que le permitió financiar la construcción de una exclusiva residencial.
Hay al menos dos bandos enfrentados en lo que queda del FMLN, lo que hace todavía más patética su situación. Ahora que solo ganaron cuatro diputados, tienen dos en un lado y dos en otro, y con apenas un poco más del 1 % de las simpatías partidarias. Todo el financiamiento que recibieron de la antes próspera Venezuela fue para comprar voluntades o transferida a las cuentas de políticos corruptos.
Así como van las cosas, lo más previsible es ver al FMLN convertido en un ínfimo grupo de tertulianos afectos a la nostalgia histórica.