Cándido Laínez tiene 76 años y su faena diaria comienza entre la 1 y las 2 de la tarde. Su oficio requiere de fuerza, fe y convicción para ayudar a quienes sufren de dolores musculares producidos por caídas, hacer deporte o simplemente por lumbago o «discos», como le llama él.
Lleva 38 años dedicándose a sobar, una práctica popular que cada día escasea, ya que son pocas personas que quieren aprender, aunque acepta que también puede tratarse de un don especial, el «componer [volver a su lugar] la zafadura de un dedo, mano o rodilla».
En las mañanas se dedica a actividades agrícolas, que es lo que siempre ha hecho, ya que a sus 76 años es dinámico, con humor y con espíritu de servicio a los demás. «Yo comencé con mis hijos, cuando ellos jugaban traían los pies a veces volteados y yo se los volvía al lugar, bastaba que tronara [volver el hueso a su normalidad] y salían caminando bien, aunque ya con la práctica he ido mejorando la técnica, y nunca he salido mal [con quienes ha sobado]», narra el hombre, residente en la comunidad La Pedrera, del cantón La Lucha, de Zacatecoluca, La Paz.
Reconoce que lo que hace es un don recibido para sobar, porque las personas que atiende desde la primera vez se recuperan. «Luego me vienen diciendo me curé y aquí le traigo a otro [cliente]», comenta.
Dice estar orgulloso de lo que hace, de que la gente lo busque. Lamenta que nadie pueda seguir sus pasos, pero está satisfecho porque su edad no es obstáculo para atender a quienes lo buscan en su casa.