Si le preguntamos a una persona adulta mayor cuándo fue la última vez que compartió tiempo, disfrutó de un buen café o de una amena charla con alguien de su misma edad, lo más probable es que exprese que fue hace casi un año por el tema del aislamiento social provocado por la pandemia de la COVID-19. Pero habrá muchas otras que manifiesten que no recuerdan la última vez que tuvieron la oportunidad de tener un espacio con personas de su misma edad para conversar sobre temas de la vida cotidiana, sobre sus afinidades o sobre aquellos recuerdos que atesoran en sus vidas.
Las medidas de distanciamiento social han provocado mucha frustración, aburrimiento, ansiedad y hasta cuadros graves de depresión en todos los grupos etarios, pero ha sido con mayor intensidad en la población adulta mayor, uno de los sectores más vulnerables y propensos a adquirir esta enfermedad.
Estas personas se han visto más obligadas a cumplir con las medidas sanitarias de aislamiento, lo que ha ocasionado muchas afectaciones a su salud mental. Este aislamiento ha sido una medida necesaria y vital para frenar la propagación de esta enfermedad.
Con la llegada de la vacuna a nuestro país, este aislamiento podrá ir poco a poco saliendo de la rutina que nos ha impuesto la llamada «nueva normalidad» y nos permitirá retomar aquellas actividades que disfrutamos compartir con amistades, familiares y vecinos.
El organismo de las personas a quienes se les aplique la vacuna irá desarrollando de forma gradual una inmunidad contra el virus que causa la COVID-19 y, con ello, el riesgo de adquirir la enfermedad.
La buena noticia es que será la población adulta mayor una de las priorizadas para formar parte de este proceso de vacunación en El Salvador, posibilitando con ello la incorporación progresiva de las personas de edad a sus actividades productivas, recreativas, culturales y sociales.
El fortalecimiento de las relaciones sociales ya existentes y el establecimiento de nuevos vínculos entre las personas de edad avanzada, con intereses, experiencias, pasatiempos y gustos similares, provoca una mejora sustancial en su estado de salud físico y mental.
Durante todo el ciclo de la vida mantenemos relaciones con nuestros padres, pareja, hijos y amistades, pero es en la etapa de la vejez en donde estas relaciones y vínculos sociales pueden ocasionar un retraso en la aparición de las situaciones de dependencia, fomentar la autonomía personal y elevar los niveles de autoestima.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que, para que todos los seres humanos puedan gozar de un envejecimiento activo, y más específico para que las personas en la adultez mayor puedan gozar de una vida plena, siendo autosuficientes, es muy importante permanecer activo en tres áreas: la física, la social y la mental; esto solo se logra a través de la participación de las personas de edad avanzada en actividades remuneradas, recreativas, culturales, políticas, educativas y sociales.
El modelo de atención que implementamos en Casa San Miguel para el cuidado de nuestros usuarios y residentes implica la formulación inicial de un programa de atención individualizado, construido a partir de la información de sus vínculos familiares y de las necesidades afectivas y sociales de cada persona. En ese sentido, el usuario participa en aquellas actividades que son de su preferencia y que van a contribuir a mejorar su estado de salud físico, cognitivo y social.
Está comprobado, mediante estudios desarrollados por expertos en geriatría, psicología y gerontología, que la socialización y el establecimiento de vínculos afectivos benefician y mejoran la capacidad funcional y la salud emocional de las personas adultas mayores, contribuyendo con ello a enfrentar de manera positiva los cambios, las pérdidas y las afectaciones propias de la vejez.