El fin de semana pasado Guillermo Rivera tragó amargo y necesitó de un cigarro para calmar el enojo. Hoy sentado en el mismo lugar necesitó del tabaco, pero para frenar la emoción y el llanto de alegría: subió a Platense a Primera División y acabó con un éxodo de casi medio siglo.
El triunfo 2-1 sobre Destroyer se recargó democión hasta los 10 minutos finales, que fue cuando Platense metió la «chancla» para derribar las paredes de profe Juan Ramón y soñar con el título.
Hasta antes de eso el partido presagiaba alargue y de ser posible la lotería desde el manchón del penalti porque cuando falta talento, cuando no hay un director de orquesta y tampoco quien toque la flauta para llegar a la nota, 90 minutos resultan insuficientes para ganar un juego y convencer a un público que lejos de abuchear y lanzar tomates, aplaude los desaciertos del rival.
Hoy en la finalísima, en el duelo por el título de campeón de campeones de Segunda y el boleto a Primera, Platense y Destroyer ofrecieron eso: un concierto de desaciertos en los que a la bajada del telón para el primer acto no hubo nada que aplaudirles.
En el engramillado del Cuscatlán confirmaba técnico Memo Rivera con sus constantes berrinches y desaprobaciones a sus pupilos en cada centro mal logrado, trazos sin sentido y poca lucidez en el traslado del balón.
Es que apenas Ronald Padilla como guardia pretoriano en la zaga y Steven Alfaro en misión pasador-recuperador en la zona ancha ofrecieron algunos destellos y mantuvieron la carpa en pie para que el respetable, que pintó de amarillo las gradas del coloso de Monserrat se mantuviera a la expectativa.
El Destroyer tampoco ofreció fútbol para la poseía. Lo de ellos, si se toma como virtud, fue poner barricadas con los suficientes centinelas en cada tramo de su parcela y evitar el paso de intrusos, y, claro cuando se pudo también salió a explorar el campo contrario.
Así, cuando el árbitro sonó su silbato para la pausa los Tiburones del Puerto de La Libertad solo registraban un remate de cabeza de Marvin Molina, y los Gallos dos disparos, entre esos uno de Juan Camilo Delgado que consiguió por una vez escapar a la marca. Durante ese tiempo, a Rafa Burgos, que era el otro punta de lanza de los viroleños. le acusaron los años.
En el arranque del complemento Platense tuvo el gol en los botines de Juan Camilo Delgado y Carlos Melgar, pero les faltó tiza: no ajustaron la mira al rifle y dispararon desviado para dejar con vida a un Tiburón que se las cobró en la primera mordida.
Se hizo de un tiro de equina Destroyer al 50´ y hasta ahí subió Marvin Molina para poner su testa y mandar a guardar la pelota en el fondo de la red y levantar paredes e intentar frustrar el canto de los gallos.
La estrategia, no obstante, cuajo mal para los Tiburones pues le dejaron un mar de espació y los Gallos navegaron hasta apedrearles la cabaña.
Así cuando el cronómetro cruzaba el minuto 80, Steven Alfaro sacó un misil que dejó sin chance al meta porteño y en las gradas la afición enloqueció con el 1-1. Apareció también el: «si se puede» y si se pudo porque justo siete minutos más tardes después de una batería de remates y rechazos, Juan Camilo Delgado desvió un baló y este mordió el horizontal para convertirse en el gol que vale un título y ascenso.
El ascenso de un Platense que lo ha buscado a sol y sombra y que logra conseguirlo después de un éxodo superior a los 40 años que vivió Moisés después de sacar a los israelitas de Egipto.