Están en repisas, en vitrinas, sobre escritorios, dentro de maletines, en cajas de cartón. Las más preciadas se guardan en muebles metálicos con llave y otros cientos se mantienen en bodegas. Las cámaras están por doquier.
Desde hace 33 años, una a una, las piezas han ido llegando a las manos de Norman Trujillo, un apasionado de estos artefactos, de las fotografías y de todos los accesorios relacionados con la creación de fotos análogas.
Fue un tío abuelo, Manuel Trujillo, quien lo hizo conocer de este soprendente mundo de las imágenes, al obsequiarle una cámara de video cuando el joven Norman estudiaba la licenciatura de Comunicaciones y Relaciones Públicas. Ese regalo fue el que inició la colección. Tenía 18 o 19 años cuando recibió la cámara Kodak de 8 milímetros.
La universidad le ofreció la posibilidad de aprender sobre fotografía y le apostó a ello. Ahí combinó su interés por las cámaras y las imágenes, así como el respeto y la inspiración hacia el trabajo de los fotoperiodistas que cubrían la guerra civil salvadoreña.
«Cuando yo comencé a impartir clases comencé a buscar un par de cámaras para dar un poco de realce a la historia de la fotografía. Ahí fue cuando comencé con la búsqueda de estas primeras piezas. Y así me fue llenando de cámaras», comparte.
Hasta hace cuatro años, el también docente universitario (con dos maestrías y un doctorado) asegura que tenía 900 cámaras contadas. Para una exposición que hizo con algunas de sus piezas más emblemática elaboró, junto a unos estudiantes, diversas fichas técnicas con detalles de las cámaras. También hizo un catálogo impreso.
Y aunque las fichas se han perdido o deteriorado, Trujillo conoce a detalle cada aparato que posee, dónde está colocado (en las repisas, las vitrinas o bodegas), cómo es su mecanismo de fuelle (a presión o soltando los seguros), el año de fabricación, si la marca es estadounidense pero fue fabricado en otro país, de qué material está hecho (metal, baquelita). Si la cámara usó película (blanco y negro o colores), si usó disquete, si permite adaptar flashes lunares, en fin.
«Todo esto (la colección) quedaría dentro de mi familia. Les he dicho a mis hijos que si ya no estoy que continúen con esta parte de la colección, porque ellos fueron parte de la búsqueda de estas cámaras. Yo involucré mucho a mi esposa, a mis tres hijos. Los varonos son los que, cuando andábamos en la búsqueda, siempre me avisaban de algunas. Muchas de las cámaras que tengo es gracias a ellos. A veces andaban fuera y me llamaban “conseguimos una cámara”, me decían».
Si bien Trujillo dice poseer más de mil cámaras, aún busca una para sentir que la historia de su colección está más completa: «Busco la primera cámara digital que salió al mercado allá por 1995», dijo.