Para ubicarnos en el contexto del tema hay que definir etimológicamente cada uno de los conceptos, lo cual permitirá identificar el rol que actualmente desempeñan personas naturales y jurídicas que se autodenominan «oposición política al Gobierno». Y es que oposición es «la unión de personas o grupos contrapuestos a aquellos que buscan los grupos o personas que detentan el poder político o económico, que son reconocidos institucionalmente como autoridades respecto de las cuales los grupos de oposición hacen resistencia»; pero a su vez habrá que conocer y analizar el concepto de opositor, y este se circunscribe únicamente a ejercer acciones de presión ante las decisiones de las autoridades electas, llámese presidente, diputados o alcaldes sin propuestas ni planteamientos serios, concepto que define a los grupos que en este momento se autodenominan «oposición».
Hemos vivido inmersos en una forma de gobierno históricamente destructiva, violenta y sin visión de país, así se ha movido de manera estructural e histórica donde gobiernos entrantes y salientes, dada su «ideología», no han permitido el desarrollo de nuestra nación al darle continuidad a aquellas políticas públicas en las que se coloque a la persona humana como el principio y el fin de la actividad del Estado.
El momento político que experimenta en este momento nuestro país es sumamente rico para el análisis, pues se evidencia la existencia de agrupamientos minúsculos que pretenden generar una burbuja mediática de que vivimos en un país antidemocrático, carente de los elementales principios de respeto a los derechos humanos, y según ellos con una ruta equivocada del rumbo de nuestro país. Nada más alejado de la realidad, pues en el pasado destacaba en las encuestas, sondeos o estudios de opinión que antes del desempleo la población resentía y destacaba los problemas de seguridad ciudadana, derivados del accionar de las pandillas, situación que el presente Gobierno ha cambiado radicalmente al iniciar con el denominado Plan Control Territorial, ahora reforzado por los continuos decretos del régimen de excepción, que ha venido a poner fin a uno de los problemas heredados del pasado conflicto armado, de las políticas de exclusión que gobiernos anteriores propiciaron la migración, la que provocó el rompimiento de nuestro tejido social, generó la separación forzada de los núcleos familiares con los concernientes daños en la pérdida de valores, pues las familias fueron mutiladas.
El fenómeno de la reducción de los homicidios de manera significativa a tasas cero genera incomodidad a los grupos opositores al actual Gobierno, pues se les terminó la bandera de lucha cuando decían de forma hipócrita que luchaban por la vida y la seguridad de los salvadoreños, hecho que generó elevar los costos de operación de las empresas, trasladándolo estas al consumidor final, es decir, a cada salvadoreño; y nótese que la denominada renta impuesta por las pandillas es un costo en vías de extinción, pues con las más de 64,000 capturas de integrantes de estructuras criminales a esta fecha el empresario puede invertir en sus negocios o empresas, y así dinamizar la economía.
Pero debo también expresar que las empresas de seguridad privada, si bien es cierto que generan empleos directos e indirectos, son también una herencia convertida en un mal necesario, por lo que habrá que ver quiénes propiciaron la creación de este tipo de empresas, que en el fondo nos dice que sí existe un problema de seguridad. Es por eso que aún debemos seguir bregando por el camino trazado en 2019, para lograr sanear a nuestro país de una vez por todas y ser lo que soñamos: una nación libre, soberana e independiente, además con paz y seguridad.
Los grupos opositores al actual Gobierno no terminan de asimilar la ruptura histórica de 2019, año que será recordado con la peor derrota electoral al bloque formado por izquierdas y derechas, pues nuestro país, con la llegada al Ejecutivo del presidente Bukele, venció el esquema ideológico de la guerra fría. La confrontación de izquierdas y derechas y el paradigma de esa supuesta confrontación no era otra cosa que una apariencia de antagonismo tan falso y tan hipócrita que nuestra población, al caer en un hartazgo, decidió cambiar de manera radical el rumbo de nuestro país y apostar por una alternativa única en su género, y a la vez un fenómeno político que muy raras veces se da. El Salvador está dando cátedra de cómo manejar un gobierno y de cómo aniquilar las viejas mañas del pasado.
Oposición u opositores, ambos casos sin rumbo ni dirección y con sus ideas cuesta arriba, pues el pueblo salvadoreño decidió en 2019 qué tipo de país queremos.