En estos últimos días, está arreciando una fuerte campaña por hacer ver a El Salvador como un país que va en ruta hacia el autoritarismo. Algunos medios internacionales sucumben ante la falsa información que desde adentro de este país se les está proporcionando y no tienen ni el mínimo filtro para verificar lo que realmente está pasando en el pulgarcito de América.
Desde afuera se quiere hacer ver que la Asamblea Legislativa y la Corte Suprema de Justicia son dos órganos que están en resistencia ante el ataque a la «democracia», que los diputados actuales son los garantes del Estado de derecho, y que el presidente Bukele es el «caudillo autoritario» que quiere controlar todo para construir una dictadura absolutista monárquica. Todo, lejos de la realidad.
En la realidad, incluso se posicionó en Twitter la tendencia #ElPresidenteNoSeToca como apoyo de todos los salvadoreños al mandatario, quien, hoy por hoy, sigue contando con el apoyo de los países aliados, que por medio de sus embajadas establecidas en nuestro país se reunieron con él en Casa Presidencial para hablar sobre lo sucedido el 9F de 2021.
En El Salvador sí está pasando algo diferente: quienes durante 30 años han administrado el poder a su antojo están viendo cada día venir su final. Sí, efectivamente, están en el ocaso de su reinado y eso incluye a una serie de personajes que, al igual que los políticos de los partidos de los mismos de siempre, ha cogobernado y manipulado este país para sus intereses.
El sufrimiento de la mayoría del pueblo salvadoreño fue ignorado por los periodistas y la sociedad civil inmiscuida en el juego del poder, quienes han quedado como los últimos voceros del viejo régimen. Estos se están presentando ante la comunidad internacional como los últimos «decentes» y como los «incómodos del poder», cuando en realidad son parte del mismo juego podrido de los mismos de siempre.
El 28 de febrero será para la población salvadoreña una oportunidad histórica, porque se logrará desmontar un régimen que se basó en el odio de clase, en la corrupción y en la instrumentalización del crimen como arma electoral. Esto es lo que pasa en El Salvador, lo que los famosos medios incómodos hacen ver como novelas de ficción, con narrativas policiacas y dramáticas, pero esconden el auténtico sufrimiento de la mayoría de la población.
Por lo tanto, no debemos dejar de lado que la gesta histórica que viene nos llevará también a reconstituir esfuerzos por darle dignidad a nuestro país y poner el grito en el cielo, para que los que hoy solo saben de El Salvador por referencias de los mismos de siempre, se den la oportunidad de venir y, de primera mano, sentir la esperanza que hay ahora. La esperanza que estaba agonizando ahora ha revivido y está más cerca de convertirse en la gran transformación.