Estimados salvadoreños:
Nuevamente nos encontramos en este espacio; esta vez quiero hacer referencia a una de las narraciones o historias más reconocidas a escala mundial, del novelista británico Charles Dickens, titulada «Canción de Navidad». Algunos de ustedes la recordarán por su personaje principal: el señor Scrooge.
Relata que, en la víspera de la Navidad, a este personaje —quien se caracterizaba por ser un hombre muy avaro y cruel— se le apareció el fantasma de un antiguo socio, quien le dijo que estaba ahí para hacerlo reflexionar sobre cómo se había comportado durante su vida y que, para ello, en las próximas noches se le aparecerían tres espíritus: el Espíritu de las Navidades Pasadas, el Espíritu de las Navidades Presentes y el Espíritu de las Navidades Futuras.
Cada uno de ellos le hizo ver su pasado, su presente y su futuro. El último lo aterrorizó, ya que era la imagen de un hombre del cual no se hablaba nada bien y cuyas pertenencias estaban siendo vendidas por desconocidos… se trataba del mismo Ebenezer Scrooge.
He querido tomar este cuento universal para hacer una analogía que me parece muy oportuna en el marco de las festividades decembrinas, en el contexto de la pandemia por la COVID-19.
Estoy consciente de que a los salvadoreños nos caracteriza la calidez, y nuestra cultura se destaca por la cercanía y las formas de celebrar: Navidad y fin de año no son una excepción. Sin embargo, como lo he dicho en reiteradas ocasiones, ¡todo tiene su tiempo! Entiendo que es difícil decirles «no celebren» o «no se reúnan» —y mucho más cuando ha sido un año tan difícil para nosotros, como salvadoreños, y para el mundo entero—, no pretendo hacerlo, pero sí quiero pedirles que, así como el coronavirus ha cambiado nuestra forma de vivir, de relacionarnos, también tomemos todas las medidas en estas fechas, que se prestan mucho para reuniones familiares.
¿Qué quiero decir con esto? Si usted antes se reunía a cenar para Navidad o fin de año con 20 personas, ahora limite ese número a su núcleo familiar; si antes montaba una cena en espacios cerrados, ahora es necesario que lo haga en lugares al aire libre o con la suficiente ventilación (ya que disminuye el riesgo de contagio).
Cada persona con la que se reúna supone un riesgo de contagio; al multiplicar ese número, se multiplica la exposición al virus, poniendo en riesgo su salud. Y acá es muy importante hacer énfasis en quiénes formarán parte de su aforo. Las festividades se prestan mucho para las visitas no solo a familiares, sino también a amigos; sin embargo, al ampliar su burbuja social existe una mayor predisposición al virus.
Es imperioso que usted entienda que al cantar, al hablar y al reír se emite una cantidad de aerosoles, los cuales, dependiendo de ciertas condiciones, como no guardar el distanciamiento, el no uso de mascarilla o la poca ventilación del lugar, pueden suponer mayor riesgo de contagio al existir una persona infectada.
Es entendible que hay reuniones familiares (y me refiero al núcleo) que no se pueden obviar, pero tomemos conciencia en aspectos vitales, como que si hemos tenido muchos contactos (sean de riesgo o no) en los días previos a Navidad o Año Nuevo, no expongamos a otras personas, especialmente a los grupos vulnerables, como los adultos mayores.
He visto con mucha preocupación lugares que ya están anunciando su «after party» en bares o discotecas; lugares que, por lo general, son ambientes cerrados y con poco distanciamiento. Esa definitivamente no es una necesidad ni algo indispensable, y peor aún si va a poner en riesgo su salud o la de sus seres queridos; su vida o la de su ser querido no vale una noche de diversión.
Tampoco es una prioridad andar en aglomeraciones, en carnavales, en fiestas bailables, en discotecas, karaokes, en centros comerciales abarrotados por las compras navideñas. Todo eso representa un alto riesgo de contagio, es más una elección que una necesidad.
Aún estamos librando una batalla contra la COVID-19; no permitamos que las acciones que hagamos en esta época generen que en las siguientes Navidades tengamos la ausencia de alguno de nuestros seres queridos; no dejemos que una imprudencia o irresponsabilidad vaya a provocar espacios vacíos en la siguiente Navidad o fin de año.
Está en nosotros crear las imágenes que el Espíritu de las Navidades Futuras nos traerá. Como ser humano, como salvadoreño, como médico y ministro de Salud, quiero que esas imágenes sean con su familia completa.
Que Dios bendiga a nuestro país, a ustedes y a sus familias.
Son los deseos de Francisco Alabí.