En una iglesia del noroeste de Francia, en la región de Bretaña, se escuchan de noche los chillidos estridentes del murciélago ratonero grande («Myotis myotys»), el mayor de su género en Europa y un valioso aliado del ser humano, aunque este no lo sepa.
El «Myotis myotis» es una de las 1,400 especies de este animal diabolizado por la humanidad, que causa asco y temor, y es acusado de la pandemia de la COVID-19.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la hipótesis más probable es que la contaminación humana se dio del murciélago a través de un animal intermediario.
¿Para qué proteger a este animal diabolizado? Porque está amenazado. Desde el minúsculo murciélago moscardón, de 2 gramos, hasta el zorro volador de Filipinas, que mide 1.5 metros de envergadura, el 40 % de las 1,321 especies evaluadas en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) está en peligro.
Además, porque lejos de los fantasmas que genera, «los beneficios que ofrecen son tan inmensos y diversos que conciernen todos los aspectos de nuestra vida», dice Rodrigo Medellín, del grupo encargado de los murciélagos en la UICN.
Cambio climático
Como ocurre con la biodiversidad del planeta, tema central del congreso de la UICN en septiembre, los quirópteros están cada vez más amenazados por la humanidad.
«Se pierden especies en todo el mundo», destaca Julie Marmet, quiropteróloga del Museo Nacional de Historia Natural de Francia.
Desde hace 50 millones de años, estos mamíferos resisten, pero ahora los cambios son demasiado rápidos para que las especies se adapten.
Insectívoros, frugívoros o nectarívoros, para los murciélagos, el peligro principal es la destrucción de su medioambiente, en particular la deforestación, según los expertos.
«Muchas especies viven en los árboles y el 40 % que reside en las cuevas depende también en gran parte de los bosques para alimentarse», explica Winifred Frick, científico jefe de Bat Conservation International.
Las grutas no son seguras y cualquier perturbación, como la iluminación usada por los turistas o la actividad en Tailandia de los recogedores de guano (utilizado como fertilizante), afecta al animal.
La mayoría de las especies de murciélagos produce solo un bebé por año, cifra poco común entre mamíferos tan pequeños. Además, no se reproducen tanto como las ratas, añade Marmet.
Además, la especie ya es víctima del cambio climático. Como los zorros voladores de Australia, que han sido devastados por las canículas, o los molósidos de Brasil, afectados por la hipotermia en Texas.
Gracias a las temperaturas más benignas en ese estado del sur de Estados Unidos, estos pequeños murciélagos brasileños dejaron de emigrar hacia México. Se acostumbraron a vivir bajo los puentes de Texas.
«Pero el invierno pasado hubo un episodio de gran frío y miles y miles murieron de hipotermia», dice Frick.
Vida llena de obstáculos
Fuera de su hábitat, la vida del murciélago está llena de obstáculos. En el Sureste Asiático o en África, los ejemplares más grandes son víctimas de la caza por su carne y a veces por pura diversión. En otras partes más remotas, las especies insectívoras se ven afectadas por los pesticidas que eliminan a los insectos que consumen.
Ya víctimas de colisiones con vehículos, deben también evitar las aspas eólicas que pueden matarlos, e incluso sin contacto con las aspas, sus órganos internos no resisten el cambio de presión cuando vuelan demasiado cerca de esos gigantescos molinos.
Solo en Estados Unidos, 500,000 mueren anualmente víctimas de las turbinas eólicas, según estudios. Esto sin contar con los predadores como las serpientes y los gatos.
«Hay una gruta en Jamaica, donde en una hora un gato llega a matar hasta 20 murciélagos: los golpea con las patas, les arranca las alas y se los come», dice Frick.
También se ven afectados por trampas involuntarias, señala Andrzej Kepel, de la asociación polaca Salamandra.
Es el caso de algunos efectos lumínicos, nocivos para las especies que solo vuelan en la oscuridad. Por ejemplo, las luces de vigilancia que se prenden automáticamente al detectar movimiento en el aire. Los murciélagos quedan totalmente desconcertados. «Si se mueven para volar, encienden la luz [de las escaleras del edificio]. Se detienen un poco y luego tratan de escapar de nuevo, pero la luz se enciende otra vez y así quedan atrapados», dice el naturalista.
Secretos
Sin embargo, pocos saben que sin los murciélagos los humanos no comerían de la misma forma. Los que toman café, comen galletas de maíz o higos deberían agradecer a los murciélagos «porque son el mejor insecticida natural», según el experto Medellín de la UICN.
Algunas especies pueden consumir la mitad de su peso en insectos cada noche, según Bat Conservation International. Son una ayuda gratuita para los agricultores y un antimosquitos natural.
«Volando de árbol en árbol, las especies frugívoras contribuyen a la dispersión de los granos. Algunos son polinizadores. Por ejemplo, tenemos tequila porque los murciélagos polinizan las flores de agave desde hace millones de años», explica con una sonrisa el profesor Medellín.
El sonar natural de los murciélagos inspira a los ingenieros, que estudian su forma de volar, de hacer giros súbitos y orientarse gracias al eco de los ultrasonidos que emiten. Los murciélagos también pueden albergar muchos virus mortales para el humano, como el coronavirus y el ébola, sin caer por ello enfermos. Y sin que se vean afectados por el envejecimiento, viven mucho tiempo pese a su pequeño tamaño.
La experta en genética Emma Teeling, del University College de Dublín, busca, mediante sus investigaciones con los quirópteros, la clave para evitar a los humanos las penas de la vejez.